Necesidad de nuevos consensos
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Juan Emilio Cheyre
Es indudable que nuestro país progresa y tiene gran futuro siendo más viable que nunca la posibilidad de alcanzar niveles propios de países desarrollados. En todos los índices de gobernanza, Chile aparece como líder en la región. El país se encumbra en niveles que se alejan de los mejor posicionados en América Latina; Brasil, Argentina y México, acercándose a países como Finlandia y Portugal y superando a Corea del Sur e India.
El dinamismo de la economía, se refleja entre otras variables en el intercambio comercial Chile-Asia que desde US$ 6.696,9 millones de 2000, saltó en 2008 a US$ 35.817,9. Otro signo es que en años de crisis el país exhibe incremento en el crecimiento anual de 5,2 % en 2010 y 6% en 2011 y una creación de más de 660 mil empleos en los últimos dos años.
Sin embargo, tanto en el debate político, como en las demandas de la sociedad, hay un quiebre entre la percepción y los logros obtenidos. El informe “Imagen de Progreso en Chile 1995-2010” de Latinobarómetro lo señala al mostrar el aumento de 6% a 11% de las personas que perciben que el país retrocede entre 2010 y 2011, pese al aumento de la tasa de crecimiento económico en el mismo período. Adicionalmente, disminuye de 54% a 29%, el número de personas que creen que el país progresa.
A mi juicio, existen varias razones que permiten dar valor explicativo a la incongruencia de buenos resultados en el desarrollo y la mala percepción del estado general del país. Al respecto, estimo que el descontento va más allá de las críticas al gobierno. Hoy, no hay sector político ni institución que pase la prueba de la confianza. Por ejemplo, existe una enorme brecha entre la valoración que los chilenos muestran por Carabineros o las FF.AA. con 58% y 53%, respectivamente, comparado con el 23% del gobierno y el magro 6% de los partidos políticos, según informa la última encuesta CEP donde también el movimiento estudiantil baja su confiabilidad de 35% a 30% en un año.
Es claro que nos encontramos en una situación compleja que debemos resolver. Hacerlo exige consensos que lamentablemente siguen sin aparecer en temas vitales tales como la reforma tributaria, los acuerdos para enfrentar los cambios en el sistema político, la forma de abordar las demandas educacionales, el equilibrio entre protección al medio ambiente y desarrollo de proyectos energéticos y una decidida acción que disminuya los niveles de inseguridad.
Me parece que en el pasado existió mayor creatividad, generosidad y visión para asumir enormes desafíos como el de una transición pacífica a la democracia, el enfrentamiento de los temas de derechos humanos, o la decisión de posicionar a Chile política y económicamente en el mundo. Hoy los actores políticos y sociales han sido incapaces de asumir y adaptarse a la realidad actual para ofrecer respuestas a los problemas del Chile real. En tal sentido, estimo que resulta básico despejar temas que están afectando seriamente la posibilidad de aunar voluntades en torno a la construcción del futuro.
Debería asumirse que el desarrollo y bienestar sin duda requieren un crecimiento económico alto y estable pero que ello no es suficiente. La sociedad no está dispuesta a aceptar las actuales inequidades que afectan a los más pobres pero también a la clase media. Otro factor central radica en la necesidad de cambios en el sistema político para otorgarle mayor representatividad lo cual no es sinónimo de borrar las bases de nuestra democracia plasmadas en la Constitución.
Finalmente, siendo los movimientos sociales legítimos sería peligroso atribuirles, o que la política les transfiriera, la decisión en temas que deben ser asumidos por las instituciones y principalmente por el poder legislativo y ejecutivo.
En otros momentos históricos hemos sido más proactivos y audaces. Parece que nuestra percepción negativa respecto del desarrollo, también ha afectado nuestra capacidad de resolver asuntos donde los consensos son vitales.