Juan Emilio Cheyre

A un año del gobierno de Humala

Antes de producirse el esperado cambio de gabinete del presidente Humala hubo diversos rumores...

Por: Juan Emilio Cheyre | Publicado: Martes 7 de agosto de 2012 a las 05:00 hrs.
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Antes de producirse el esperado cambio de gabinete del presidente Humala hubo diversos rumores sobre la posible evolución o incluso giro del gobierno. El cumplimiento de un año en el poder, las protestas y violencia vinculadas a la oposición a proyectos mineros y la baja a un 38% en la aprobación de su gestión, con una desaprobación del 51% eran signos que llevaban a esperar definiciones por parte del mandatario.

Para Chile resulta importante tener una correcta lectura de estos indicadores. Nos encontramos en una fase trascendente en el juicio en La Haya que marcará las relaciones vecinales futuras; por otra parte, vivimos una etapa relevante en la construcción del proceso integrador.

Para comprender el contexto donde se produce el cambio de gabinete hay que recordar que la caída en la aprobación de Humala es menor que la sufrida históricamente por otros mandatarios peruanos. En efecto, todos los antecesores del actual presidente han estado en la misma o peor situación.

Ello se explica porque la política peruana es altamente inestable. En ese sentido, creo que Humala ha enfrentado su primer año de gobierno manteniendo una adecuada aprobación popular y también de la clase política. De allí que no hubo un descabezamiento masivo de sus colaboradores. El reemplazo de los ministros del Interior y de Defensa tiene como objetivo mejorar el manejo de los conflictos sociales, generando espacios para el diálogo y una estrategia que evite excesos en el control de la violencia.

Para entender las noticias que nos llegan debe tenerse presente que los conflictos sociales y su tendencia ascendente no son cosa nueva. El ex presidente García recibió el país con 84 conflictos y culminó su período con un total de 214. En  2011 se mantenían 220 conflictos de los cuales el 56,8% obedecen al rechazo que generan proyectos de la industria extractiva.

Desde esa perspectiva se estima que el gran desafío para el presidente Humala será cumplir las promesas que lo llevaron a ser electo, haciéndolas compatibles con una fórmula que le permita mantener un sostenido crecimiento económico.

Perú ha crecido por encima del promedio de la región y con tasas significativas con respecto al mundo reduciendo la pobreza desde 54,8% en 2001, hasta menos de 30% en la actualidad. La paradoja es que teniendo buenos resultados en esas y otras variables se observa una alta conflictividad social.

Buscando este equilibrio, el mandatario peruano ha desarrollado un juego político que no ha sido fácil en su primer año de gobierno. En ese sentido creo que ha centrado su esfuerzo en sostener la moderación que mantiene a sus adeptos de la centro derecha, mientras demuestra una sensibilidad que le permite seguir contando con seguidores provenientes de la izquierda y centro izquierda. El objetivo pragmático de esta difícil ecuación, sin duda apunta a no perder ningún apoyo para poder balancear crecimiento económico y políticas sociales.

La duda que deberá despejarse en su segundo año de gobierno será confirmar que tiene la capacidad para soportar ese pragmatismo con bajo apoyo político de sus bases. La moderación y las políticas de Estado serias se enfrentarán a exigencias de quienes se sienten postergados. Es así que deberá conservar un frágil equilibrio para satisfacer ambos requerimientos. Me parece que le será imposible mantener ambivalencia.

Hasta el momento los datos duros indican que ha optado por la línea de fortalecer los factores de estabilidad, crecimiento económico, control de las crisis y gobernabilidad. Ahora deberá agregar soluciones reales que apunten a entregar respuesta a demandas sociales de sectores que tienen altas expectativas de cambio social y que se las exigirán.

Una mirada prospectiva permite concluir que Perú está en una posición estable, con un clima macroeconómico positivo y con estabilidad política. Una solución adecuada a las crisis y conflictos constituye un imperativo para mantener una situación como la descrita. Si ello no se produce se terminará afectando el proceso de desarrollo de dicho país con repercusiones en nuestro vínculo.

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