¿Gira América Latina a la izquierda?
Jorge Sahd K. Director Centro de Estudios Internacionales UC
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Jorge Sahd
El eventual triunfo de Pedro Castillo en Perú vuelve a reflotar la clásica pregunta: ¿Es América Latina de izquierda? Aunque la incertidumbre puede prolongarse unas semanas, de ganar Castillo lo hará ofreciendo un referéndum constituyente, una segunda reforma agraria o la “nacionalización de transnacionales”, pese a que en los últimos días ha moderado su discurso.
Castillo sólo obtuvo el 19% de los votos en primera vuelta, no tiene mayoría en el Congreso y, de seguir los pasos de Ollanta Humala, existe la esperanza de que forme un equipo económico serio y moderado. Su discurso dejó perplejo a muchos, pero la apuesta por una “retroexcavadora” a la peruana no parece fácil.
Perú es el corolario de una crisis institucional anestesiada por las altas tasas de crecimiento de las últimas décadas, que ha resistido cuatro Presidentes en cinco años, una informalidad laboral sobre el 70%, casi un tercio de la población en pobreza y altos niveles de corrupción. Bastó que esa anestesia económica se desplomara con la pandemia para dejar expuestas todas las precariedades del país vecino, que hoy ostenta la mayor tasa de mortalidad por coronavirus por cada 100 mil habitantes en Latinoamérica.
Si gana Castillo, se sumaría a la creciente percepción de que la izquierda vuelve a tomar fuerza en la región. Una izquierda distinta a la de comienzos de la década pasada, más populista, extrema y poco respetuosa de un modelo de sociedad libre. En México, aunque López Obrador no logró mayoría absoluta en las legislativas, su popularidad roza el 60%; Arce en Bolivia sigue sobre el 50%; y Fernández en Argentina, con todas las críticas al manejo de la pandemia, se mantiene sobre el 30%. Por su parte, el izquierdista Gustavo Petro lidera la intención de votos en Colombia para las elecciones 2022 y Daniel Jadue hace lo suyo en Chile.
La derecha, en tanto, está siendo severamente golpeada por la pandemia y las crisis políticas. Duque en Colombia, Bolsonaro en Brasil, Abdo en Paraguay y Piñera en Chile atraviesan su peor momento político. El triunfo de Lasso en Ecuador parece un oasis en el desierto y sigue la interrogante de la gobernabilidad. Lacalle en Uruguay destaca por su alto nivel de aprobación, pero debe ser capaz de lograr que su sector político se reelija, luego de 15 años de gobiernos del Frente Amplio de izquierda.
A pesar del aciago momento para los gobiernos de derecha y la brisa favorable a la izquierda, la realidad es que la región sigue siendo pendular. Un péndulo que se inclina a quien interpreta mejor el malestar y ofrece la esperanza de cambio.
Entonces, ¿dónde radica el verdadero problema de América Latina? En que sus deficiencias estructurales siguen acentuándose y que las respuestas ofrecidas son cada vez más extremas. La democracia se ve más frágil que nunca, siendo terreno fértil para los populistas. La relación entre el Ejecutivo y el Congreso pasa por su peor momento, haciendo muy difícil lograr gobernabilidad en una política fragmentada, y la confianza en las instituciones públicas está por los suelos. El Estado, salvo contadas excepciones, parece ofrecer la misma calidad de servicios públicos que hace décadas. Para rematar, la cultura del caudillismo sigue presente: fujimorismo, correísmo, chavismo, etc., no son conceptos añejos, sino presentes en las contiendas electorales actuales.
Mientras la región siga sufriendo sus males históricos, continuará siendo una eterna promesa. Una América Latina seducida por un populismo que gana en las urnas, pero que termina sumiéndola en un pantano.