11 de marzo de 2022
JORGE NAVARRETE P. Abogado
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Jorge Navarrete
El triunfo de Gabriel Boric no fue una sorpresa, aunque sí la diferencia de votos con que le ganó a Jose Antonio Kast. En efecto, esta fue una elección donde se superaron varias marcas: el postulante más votado en democracia; el mayor porcentaje de sufragios desde que tenemos voto voluntario; y la juventud del candidato electo, que lo convertirá en el Presidente más joven de nuestra historia republicana.
Las claves de la amplia victoria de Boric ya están a la vista. En primer lugar, y pese a todos los gestos en contrario que hizo Parisi, sus adherentes estaban lejos de secundarias mayoritariamente a Kast. A continuación, el significativo aumento de la masa electoral entre primera y segunda vuelta, permitiendo a Boric rentabilizar su crecimiento en los grandes sectores urbanos. Tercero, una gran incidencia de la votación de jóvenes y la reconexión del candidato de la izquierda con los sectores populares, como fue el caso de Cerro Navia, La Pintana o Puente Alto. Por último, y como explicación subyacente, un discurso que disminuyó los miedos y temores respecto de su triunfo, lo que, en todo caso, ya se había atemperado con el resultado parlamentario registrado en la primera vuelta.
Y la pregunta decisiva ahora es, ¿cuál Boric va a gobernar ahora? ¿El de primera o segunda vuelta?
Su discurso de la noche del domingo intentó ser una amalgama o promedio entre las dos almas que se evidenciaron en este proceso. El Presidente electo sabe que el paso del 25% al 55% es fruto, entre otras cosas, de la moderación de un discurso y programa que le llegará alegar un número importante de votos que, de otra forma, no hubiera obtenido. Por lo mismo, también intuye que, en algún sentido, su triunfo tiene mucho de un subsidio condicional y que, de cierta forma, iniciará su mandato con un apoyo prestado y con una “luna de miel” muy corta.
Y aunque tendrá un principal y quizás único desafío -a saber, la gobernabilidad-, ésta tendrá manifestaciones diversas. Primero, la gobernabilidad política, por cuanto no contará con una mayoría en el Congreso, por lo que la negociación y los acuerdos serán una obligación y no una alternativa. Segundo, la gobernabilidad social y económica, con dos años que se avizoran muy complejos en cuanto al crecimiento, empleo y generación de riqueza; y que, sin embargo, son acompañados con altas expectativas ciudadanas de mayor justicia social y equidad. Tercero, la gobernabilidad de la paz social, haciendo cumplir la principal y fundante tarea que compete al Estado, que no es otra que garantizar la seguridad de los miembros de la comunidad política.
Quizás por lo mismo, es que persisten muchas interrogantes y ansiedades. La fragilidad de su próximo mandato no sólo estará marcada por las disputas de la hegemonía interna de la izquierda -poniendo especial atención a la influencia y comportamiento del Partido Comunista-, sino también por un gobierno que deberá lidiar con el trabajo y resultado de la Convención Constitucional, la que se someterá a un plebiscito de salida el mismo año en que Boric asuma como Presidente.
Y quizás ahí esté otra de las principales claves del éxito o fracaso de la próxima administración, cuyo gobierno, en los hechos, será una suerte de transición. Entonces, asegurar el éxito del proceso constituyente y la aprobación de una Nueva Constitución, será condición necesaria, aunque no suficiente, para que esta nueva generación de políticos pueda sortear con éxito su debut en el gobierno de Chile.