Jaime Guzmán y su compromiso con la educación
En una columna reciente, el profesor Renato Cristi critica la defensa de Jaime Guzmán a la reforma de la educación superior...
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En una columna reciente, el profesor Renato Cristi critica la defensa de Jaime Guzmán a la reforma de la educación superior del año 1981.
Cristi afirma que la nueva norma que justifica Guzmán sobre la educación superior deja a ésta sometida a la lógica del mercado y con ello se rompería con la doctrina social de la Iglesia que enfatizaría tanto la función subsidiaria, como la solidaria del Estado. Y a la vez, se rompería con el republicanismo solidario, que se cultivó en la educación cívica que se practicaba en la vida universitaria. Sin embargo, estas afirmaciones incurren en errores que es necesario aclarar.
Primero, el rol subsidiario estatal en esta materia sí ha sido activo y aquello se ha traducido en generar condiciones de posibilidad de acceso concretas, además de fiscalizar, regular, promover el interés colectivo y fomentar el derecho efectivo a la educación superior. En esto, la reforma que celebra Jaime Guzmán, favoreció de mejor modo el bien común que el sistema estatista anterior.
En relación a la segunda afirmación, no hay quiebre entre subsidiaridad y solidaridad, ni con la doctrina social de la Iglesia. Primero, porque de acuerdo al compendio de la misma doctrina (N° 187), la subsidiaridad contrasta con el asistencialismo, la burocratización y centralización, por cuanto ahogan la libertad. Y segundo, porque la solidaridad (Nº 194 y Nº 195) trasciende al Estado del momento que la conciencia de deuda hacia la sociedad, implica a la vez un compromiso para saldarla mediante el aporte a la causa común. A esto se refería Jaime Guzmán al indicar que el Estado debe contribuir “al financiamiento de iniciativas educacionales que surjan de la comunidad nacional (…) en términos que respeten y alienten la libertad de enseñanza”.
Respecto del tercer punto, debemos reconocer que en ese entonces la vida cívica universitaria era disfrutada apenas por unos pocos que lograban acceder a ésta, gracias a que desde el origen competían con ventajas que los más pobres no gozaban. Por lo mismo, defenderla supone aceptar la desigualdad de oportunidades como esencia de la Ciudad Estado, cuestión que es profundamente anti solidario, y a lo que Jaime Guzmán, como hemos demostrado, siempre se opuso.