Infraestructura y competitividad: asignatura pendiente
Sergio Lehmann Economista jefe, Banco Bci
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Sergio Lehmann
Para efectos de que un país fortalezca su competitividad, más allá de sus ventajas naturales, es necesario contar con una infraestructura de primer nivel que permita explotar al máximo las potencialidades. En Chile se reconoce que hubo un salto muy importante en esta materia hace 20 años, cuando se da inicio al sistema de concesiones. Sin embargo, también se reconoce que en los últimos años ha habido un fuerte freno, dándose cuenta de un rezago relevante en el ámbito de carreteras, transmisión eléctrica, puertos y hospitales, así como también en cárceles, donde se advierte un importante hacinamiento.
“La opinión de inversionistas extranjeros, de alto peso internacional y con una presencia muy relevante en nuestro país en el ámbito de infraestructura, es unánime: hoy es sustancialmente más difícil hacer negocios en Chile”.
De acuerdo con el Índice de Calidad de la Infraestructura elaborado por el Banco Mundial, Chile muestra una caída en los últimos cuatro años. El índice, que va de 1 a 5, nos sitúa en un mediocre 2,8 en 2022. Esto está muy por debajo de una mediana en torno a 4,2 que exhiben los países europeos, ligeramente por encima de los registros de Perú y definitivamente por debajo de Brasil. El registro más alto pertenece a Singapur con 4,6, país que es una verdadera potencia portuaria. Ciertamente es alarmante que este factor esencial para el desarrollo esté restando competitividad a nuestro país desde hace ya últimos años, tal como lo hace ver el Banco Mundial.
He tenido la oportunidad de reunirme con inversionistas extranjeros, de alto peso internacional y con una presencia muy relevante en nuestro país en el ámbito de infraestructura, y su opinión es unánime: hoy es sustancialmente más difícil hacer negocios en Chile. Detrás de ello se advierte un proceso para nuevas inversiones extremadamente largo y costoso, que puede extenderse por tres a cuatro años, el doble del estándar que se advierte en los países más avanzados. Al mismo tiempo, ciertos procedimientos reconocen discrecionalidades de parte de algunas autoridades y eventuales ajustes de lo aprobado sin fundamentación suficiente.
El apetito por invertir en Chile se ha recuperado en lo último, de la mano con una reducción sustancial de la incertidumbre en los últimos meses, recogiendo que propuestas refundacionales, altamente disruptivas y costosas, han quedado sepultadas. La sociedad ve que la prioridad para seguir avanzando debe estar en el control del orden y la recuperación económica. Este mayor apetito por invertir en Chile se ha reflejado en algún retorno de capitales desde el exterior y premios por riesgo sobre activos nacionales que se han reducido de manera relevante desde septiembre del año pasado, tal como lo refleja el tipo de cambio y el mercado bursátil.
Para aprovechar el mejor ánimo de los mercados, es urgente hacernos cargos de las dificultades que hoy enfrentan los inversionistas. No podemos tener un sistema engorroso y lento para nuevas iniciativas, que en la práctica generan desincentivos para el desarrollo de proyectos, golpeando el crecimiento del país. En materia de infraestructura nos hemos ido quedando atrás, dejando escapar las enormes oportunidades que ofrece Chile. Esta limitación ha aparecido reiteradamente en todas las comisiones que se han formado con el propósito de elevar la alicaída productividad de nuestra economía, pero no se ven avances. La tasa de inversión en Chile respecto al PIB se ha reducido en los últimos años, lo que ha rebajado nuestro potencial de crecimiento de largo plazo, hoy más cercano a 2%. No hay excusas para no abordar este tema y dar un impulso al desarrollo del país. Cualquier traba en este sentido sería reflejo de irracionalidad, ignorancia o ineptitud.