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Columnistas

Haciendo agua...

Rafael Ariztía

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 8 de enero de 2015 a las 05:00 hrs.

Cuando todos pensaban que el año bursátil ya estaba cerrado, la Security and Exchange Commission (SEC) nos dio la última sorpresa del año. Levantó cargos por uso de información privilegiada en el proceso de venta de CFR Pharmaceuticals. De ser acreditados, constituirían un escándalo de marca mayor. Hasta la fecha sólo se conocen los cargos, y no los descargos, pero lo planteado por la SEC parece no dejar mucho espacio a la interpretación.


En los pocos días que han pasado desde que la SEC informó su acusación, hemos visto en los diarios una condena generalizada. Lo que por cierto es muy positivo. Sin embargo, se echa de menos una pregunta central: ¿Qué habría pasado si la SEC no hubiera hecho esta investigación? ¿Cómo es posible que teniendo una Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) que cuenta con más de 300 funcionarios y nos cuesta más de US$ 25 millones al año, tengamos que depender de un regulador extranjero para que nos enteremos de una falta tan obvia? Porque seamos claros, de lo que se acusa a Juan Bilbao y compañía es algo tan burdo que parece inverosímil.


El panorama se pone un poco más tormentoso aún. Y es que este no fue el único caso del año. Hubo al menos dos grandes operaciones en que a todas luces algunos agentes de mercado operaron con información privilegiada. Se trata de la OPA por CGE y el ingreso de Prudential a la propiedad de Habitat. En ambas operaciones tanto el precio como el volumen de transacciones creció en forma considerable previo al anuncio público. Incluso en una de ellas, la de CGE, se dio el absurdo de que el directorio de compañía le "guardara" a sus accionistas por dos meses la información sobre el proceso de due dilligence, en que se encontraba, oportunidad en que algunos "mejor informados" aprovecharon para hacerse la pasada, palabra tan clásica entre los actores del mundo bursátil y que debería estar hace mucho rato en retirada.


Lo impresionante, o impresentable o impactante (la lista puede seguir) es que en ninguno de estos casos se ha escuchado a la SVS hablar con fuerza. Ni por las transacciones anómalas ni por la inexcusable actuación del directorio de CGE. Sólo algunos trascendidos de prensa han insinuado que se estaría "investigando". El problema de esto es que el mercado financiero se basa en un frágil equilibrio de confianzas.

Lamentablemente hay una sensación ambiente de que quien debe velar por que las reglas se cumplan, la SVS, está "haciendo agua" en esta materia. Pareciera que hoy en Chile el que quiere pasarse de listo puede hacerlo, porque el regulador no tiene capacidad para seguir en línea al mercado y sólo actúa con retraso, con lo que quizás puede cobrar unas multas, pero en ningún caso defender a los perjudicados.


Algunos dirán que el tema es muy complejo y que se necesitan nuevas leyes y recursos. Discrepo. La regulación siempre se puede mejorar, pero el tema no pasa por ahí. Se necesita más decisión y voluntad para hacer la pega que le corresponde a cada involucrado. SVS, Bolsa de Comercio, directores, prensa, accionistas. La diferencia la hacen los líderes, ya lo demostró Fernando Coloma en su período como superintendente de Valores. Si la SVS los quiere, puede tener dientes y morder fuerte.


Cuando está en boga pedir más Estado y recursos para solucionar los problemas más básicos de nuestra sociedad, pocos se hacen la pregunta de cómo funcionan las instituciones del Estado que tenemos actualmente. Y si la conclusión es que hace falta mucha mejor gestión en ellas, la consecuencia lógica es que hay que partir por resolver ese problema y no por hacerlo más grande.


Pero las responsabilidades no se terminan acá. También tiene su cuota el mundo privado. No basta con condenar las malas prácticas una vez que estas afloran a la luz pública. Eso más parece una limpieza de cara que una genuina convicción.


Si el sector privado no hace su pega de aislar a los tramposos, de exigir mejores estándares de resolución de conflictos, de asegurar una verdadera competencia, y de cuidar a sus consumidores, le deja esa tarea al Estado y los políticos que lo controlen, lo que inevitablemente nos lleva a un resultado sub óptimo. El sector privado tiene que empezar a preocuparse de verdad por su reputación.


Ya lo decía Warren Buffett en su última carta anual a sus ejecutivos: "Podemos aceptar perder dinero, incluso mucho dinero. Pero no podemos aceptar perder reputación, ni siquiera un pisca de reputación".

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