Empresas y empresarios: “under attack”
Parte relevante del relativo bienestar y progreso logrado en Chile, ha sido provocado por la fuerza creadora del emprendimiento humano...
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Guillermo Tagle
Parte relevante del relativo bienestar y progreso logrado en Chile, ha sido provocado por la fuerza creadora del emprendimiento humano, bien motivado y con un marco jurídico estable y ordenado, que mediante la creación de nuevas empresas e industrias y abriendo nuevos mercados, han cambiado la cara a Chile, bajando sustancialmente la cantidad de ciudadanos que viven bajo niveles de pobreza y poniendo a nuestra Patria como modelo a seguir para el mundo emergente.
Si recordamos brevemente qué cosas nuevas ha aportado a Chile el mundo empresarial los pasados 25 años, sorprende la cantidad de iniciativas exitosas. Hace 25 años (en 1987), Chile tenía una incipiente industria de AFP, la salud privada se limitaba a unas pocas clínicas. No existían autopistas, ni concesiones privadas de infraestructura. La industria bancaria se estaba reconstruyendo, con un nuevo marco regulatorio reforzado, luego de haber sufrido en 1983 la quiebra total del sistema financiero. Chile casi no exportaba paltas. La industria del vino era “amateur”. No se exportaba nada significativo en pollos o cerdos. La industria del salmón no existía. La industria del retail operaba con estándares de subdesarrollo, lejos de soñar en convertirse en multinacionales regionales. Los consumidores tenían muy poco acceso al crédito y, con ello, muy poco acceso a comprar bienes durables.
En materia de transporte aéreo, LAN era un modesto operador local, sin asomo de convertirse en líder mundial de su industria. Entel era una empresa de telefonía de larga distancia (con tarifas y costos muy elevados), CTC concentraba la telefonía local, también con altos costos y dificultades de acceso al servicio por escasez de líneas. No existía la televisión por cable ni la telefonía celular, tampoco internet. Las universidades privadas, los institutos profesionales y centros de formación técnica recién empezaban a emerger, muy pocos, de calidad incierta y nula posibilidad de financiamiento para estudiantes cuyas familias no pudiesen pagar los costos de la educación superior.
Un número mayoritario de los egresados de cuarto año de enseñanza media simplemente tenía que salir a la calle a “buscarse la vida”. La industria forestal incursionaba con primeras inversiones para producir celulosa o madera para exportación. En el mundo de la energía, las recién privatizadas empresas de generación y distribución eléctrica, empezaban a buscar capital para realizar las inversiones que Chile necesitaría en las décadas por venir. No existían las plantas de tratamiento de aguas servidas.
El cambio ocurrido en Chile fue significativamente provocado por empresarios y empresas, gente joven y líderes de la época, que soñando con un Chile mejor, provocaron un cambio de tal magnitud que los jóvenes de hoy no pueden cuantificar ni imaginar. Para quienes han vivido toda su vida en un país que siempre ha crecido y progresado, esto parece un bien normal y ya concedido, no una ventaja estratégica que hay que cuidar, promover y mejorar.
Lo descrito, contrasta con el mal ambiente y la mala prensa, que hoy tiene cualquier cosa que pueda tener “apariencia” de empresa. Las empresas y los empresarios están hoy bajo ataque. Se les ha puesto en la mira y se les declara culpables por los medios masivos y las redes sociales, sin derecho a réplica ni a una justa defensa. Basta que un actor de un sector o industria cometa un error, para que automáticamente se condene todo y a todos.
Es tan fuerte y masiva la energía negativa, que ya pocos o casi nadie, se atreve a salir en defensa de las cosas buenas que se han hecho y se hacen cada día. Las empresas exitosas, que cuidan el medio ambiente, que invierten con responsabilidad social, no son noticia. Sin embargo, un ratón aparecido en los anaqueles de un supermercado, un cobro indebido en una cuenta de teléfono, tarjeta de crédito o Isapre, logran en forma automática (semi) cadena nacional.
Si queremos seguir en el camino del Progreso, si queremos que nuestros hijos puedan -en 25 años- hacer un recuento tan potente de cambios positivos y cosas nuevas creadas por ellos, entonces hay que defender lo logrado y promover la capacidad de hacer más y mejor. Hay que mostrar lo positivo. Sin duda hay que denunciar y perseguir a los que realizan acciones impropias que desprestigian a las empresas y emprendedores, pero no puede ser, no es justo y no es constructivo, que la denuncia de lo negativo destruya de paso todas las cosas buenas e inhiba la capacidad y el entusiasmo de las nuevas generaciones, por convertirse en los actores del cambio económico y social en nuestra Patria.