Grasa constitucional
Rodrigo Delaveau S. Morales & Besa
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Rodrigo Delaveau
La Comisión de Expertos ha despachado el Capítulo I del borrador constitucional. Esto plantea una primera aproximación al texto que deberá analizar y votar cada una de las normas ahí propuestas. ¿Cómo enfrentar ese desafío?
Dicho capítulo es extenso y, en derecho constitucional, lo que abunda, sí daña. En efecto, la Constitución vigente dispone en su primer capítulo de 9 artículos, 15 principios y 854 palabras (lo que ya puede constituir un sobrepeso no grave, pero considerable); la propuesta incluye 15 artículos, 46 principios y 1.248 palabras. Los principios son como las prioridades: uno puede tener 5, 6 o 7. Pero si son 40, ya no son verdaderas prioridades.
Así, el Capítulo I propuesto es en exceso generoso en declaraciones, testimonios aspiracionales, repetición de principios que ya existen en las leyes, y muchos otros ideales de “deber ser”. Lo preocupante es que ya sabemos que las Constituciones son malos mecanismos para establecer obligaciones de hacer, y peores aún para cumplir deseos oníricos o “el país que soñamos”. Esto lleva primero a la frustración social, luego al desprestigio constitucional y finalmente a las crisis institucionales.
“El Capítulo I propuesto para la Constitución es en exceso generoso en declaraciones, testimonios aspiracionales y principios”.
Y es que, si cada colectivo quiere clavar su bandera en este capítulo, entonces no sólo será imposible gobernar con ese texto, sino que cada nueva facción querrá agregar las propias, imposibilitando la versatilidad constitucional necesaria que permita el juego democrático, incrementando de pasada el riesgo de no adhesión a alguno de sus hoy numerosos postulados.
Lo anterior provee una dolencia colateral desatendida: es curioso que todos centren su mirada en las facultades o “las armas” del interprete final de la Carta Fundamental -la Corte Constitucional-, pero paradojalmente pasan por alto la cantidad de munición infinita que le proveemos mediante un texto constitucional extenso y pletórico de principios y enunciados declarativos.
Si el consejo constitucional aspira no sólo a generar un texto constitucional que concite amplios acuerdos al interior de su seno, sino también a uno que genere grandes consejos sociales para ser aprobado, debe tomar las medidas necesarias para que -sin eliminar la musculatura constitucional indispensable- reduzca sustantivamente la excesiva grasa acumulada en el texto propuesto. De otra manera le impedirá al equipo que le toque jugar moverse con la agilidad, fortaleza y resistencia requerida bajo un sistema simple, pero efectivo, de límites y facultades estatales enumeradas, junto con proteger las libertades y derechos de las personas, los dos objetivos esenciales e insustituibles de toda Constitución.
El exceso de elementos declarativos y testimoniales pueden ser emotivos sermones que servirán poco si el deportista no logra bajar de peso. Si no logramos que la propuesta constitucional reduzca su tejido adiposo será muy difícil conseguir una Constitución sobria, suficiente, -pero, sobre todo, compartida- que permita que la afición se identifique con el equipo.