La normativa de Responsabilidad Penal de las Personas Jurídicas (RPJ) contempla la existencia de un mecanismo para la denuncia protegida de conductas o sospechas de fraude, corrupción, transgresiones éticas, e incluso conductas que, sin ser ilegales, arriesgan comprometer el activo reputacional o la imagen corporativa la empresa. Comúnmente conocida como Línea de Denuncias (“LD”) o “hotline”, las mejores prácticas destacan este control en eficacia y rentabilidad. Su relevancia se entiende más frente al hecho de que 43% de todo el fraude corporativo y corrupción es detectado vía “tips” (denuncia, generalmente anónima), cuadruplicando a “supervisión gerencial” (10,8%) y triplicando a “auditoría interna”, al menos en su versión tradicional (13,5%).
Globalmente, la LD reduce el promedio anual de pérdidas por fraude de US$ 180.000 a US$ 100.000 (44%, y en América Latina dichas pérdidas ascienden a US$ 325.000). Además, permite a la empresa una reacción más oportuna y un mejor control de daños, al reducir el tiempo medio de detección de 24 a 12 meses.
La LD puede ser interna o un servicio externalizado por la empresa. Hay múltiples metodologías para su diseño e implementación: en un extremo, el modelo “correo”; en el otro, uno más estratégico e inteligente.
El primero se limita a recibir y transmitir las denuncias. Un mero call center. Sin la debida experticia en la empresa-cliente, las denuncias se abultan sin mayor atención, o, peor, impulsan al responsable corporativo a actuar, aun cuando la denuncia -aisladamente considerada- no alcanza a ser realmente conducente; la reacción precipitada en base a ella arriesga errores sustantivos y caros; alerta a los perpetradores, sospechosos y testigos, les da oportunidad de destruir o alterar la evidencia, y, en fin suele inhabilitar la producción de consecuencias significativas. Esto mina la confianza y cuestiona la utilidad de la LD, desmotivando progresivamente su uso.
Pero un paradigma más estratégico e inteligente puede alterar radicalmente este escenario. Me limito aquí a dos pilares básicos, capaces de maximizar sustantivamente la eficacia, eficiencia y rentabilidad de la hotline:
Inteligencia de datos. Denuncias que parecen irrelevantes o inverosímiles cuando son aisladamente consideradas, adquieren sustancia y sentido cuando son cruzadas unas con otras, o éstas con información adicional. Resulta especialmente relevante la capacidad de generar respecto de la información capturada una “memoria histórica”, debidamente estructurada y sistematizada, permanente alimentada y cruzada con las nuevas denuncias entrantes. Esto no sólo maximiza el valor agregado de los datos de cara a la detección de fraude; también -y no es menor- para discriminar aquello que parece fraude, pero no pasa de ser mero error.
Reacción estratégica. La mejor versión de una línea de denuncias no se precipita: relaciona datos, los cruza entre sí y, eventualmente, con otras averiguaciones focalizadas, para ofrecer a la empresa un producto con real valor, maximizando su capacidad de reacción, investigación, detección y respuesta, tanto en eficacia como en eficiencia.