Energía, ciudadanía y futuro
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Fernando Reyes Matta
Energía y ciudadanía, energía y futuro han sido categorías conceptuales que llegaron a nuestro encuentro con el fin del año. Pero, como siempre, ruidos y tropezones de la coyuntura han opacado su trascendencia.
Desde el ámbito público, con el magnífico discurso del ministro Máximo Pacheco, se plantearon los objetivos del documento Política Energética 2050. Allí se establecen 10 metas a cumplir en los próximos 35 años entre las cuales destacan que el 75% de la generación eléctrica provenga de Energías Renovables No Convencionales, que Chile sea uno de los tres países de la OCDE con los menores precios promedio de energía y que se alcance una interconexión con el sistema andino y el Mercosur. Lo importante fue que el texto de esa política fue puesto a discusión de la ciudadanía y, tras la consulta abierta, llegó a La Moneda para ser entregado a la Presidenta Bachelet.
Desde el sector privado emergió una información colocada casi en el rincón de las noticias económicas, pero con fuerte trascendencia mundial si todo sale bien: Crystal Lagoons, la transnacional chilena que ha impulsado proyectos de grandes lagunas para complejos urbanos en diversos lugares del mundo, se unió al Instituto Alemán Fraunhofer para poner en marcha una planta en Antofagasta que busca producir agua potable sin mayores gastos de energía. Al aplicarse una técnica por la cual se lleva a nivel industrial un sistema de destilación por membranas, utilizando el agua caliente proveniente de una “laguna de enfriamiento” desarrollada por dicha empresa, será posible producir agua dulce usando la energía que hoy se desperdicia.
Lo importante, siendo un país siempre precario en inscripción de patentes, es que esta tecnología fue reconocida en el programa Green Fast Track de Estados Unidos, destinado a promover aportes a la ecología mundial: de 1.500 solicitudes sólo ésta fue la aprobada. Y todos sabemos que la escasez de agua dulce en el mundo es dramática –la sufren más de 1.100 millones de personas-, pero un modelo de solución puede estar iniciándose ahora en Chile.
Y ello ocurre a la par cuando el ministro de Energía nos subraya que “Chile está viviendo una profunda transformación energética”. Y los datos son elocuentes. Con un monto de US$ 13.000 millones sumando generación y transmisión eléctrica, el sector de la Energía se ha convertido en aquel con mayor inversión en la economía chilena y el número uno en inversión extranjera en el año 2015. Ya se construyen 2.100 kilómetros de líneas de transmisión eléctrica para transportar la energía limpia y así también reducir las cuentas de la luz. Se ha terminado el año con un histórico costo marginal de
US$ 89 promedio, es decir 40% menos que el año 2013, siendo éste el costo más bajo en la última década.
Lo que uno advierte detrás de estos hechos es la capacidad de mirar a futuro. En el ámbito de la energía nada se planifica y ejecuta para cuatro o cinco años. Ello reclama saber crear comunidad, generar sentido compartido frente a un desafío mayor, convocando a todos los sectores. Y hacerlo significa tener una sensibilidad política distinta, de altura, con visión de Estado.
“Como sociedad, hemos puesto a la Energía en el sitial que le corresponde”, dijo el ministro Pacheco Matte al presentar su propuesta. “El Estado puede hacerlo y lo ha hecho de la mano del sector privado, de las ONG´s, de las universidades, de las comunidades y de los líderes políticos y sociales. Nuestro orgullo no es sólo con las obras de inversión o con el quiebre de tendencia en los precios, sino que por sobre todo con el esfuerzo humano que aquí todos juntos hemos desplegado”.
Es posible que en un par de décadas más ya se vea en todos sus alcances lo registrado estos días: un país que entiende lo que significa hablar de desarrollo sostenible, de cuidado del planeta, de transformaciones reales para tener el agua y la energía que la gente necesita para una vida mejor. Porque, al final, eso es lo esencial: lo que hagamos bien en Chile será también un aporte desde este sur del mundo al devenir ecológico global.
Fernando Reyes Matta
Ex embajador en Nueva Zelanda y China, profesor de la UNAB