Colombia, la paz y nosotros
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Fernando Reyes Matta
Porque estábamos con los ojos puestos en Bolivia (o en La Haya, si se quiere) no hemos visto en toda su dimensión lo que ha ocurrido en Colombia. Y allí Chile ha estado involucrado directamente en un difícil proceso de paz que ahora parece ir por buen camino. Podrían quedar atrás 50 años de conflictos con la guerrilla de las FARC, para abrir espacio a una nueva Colombia.
Cuando el miércoles de esta semana comenzó el acto en el cual por primera vez se sentaban en torno de una misma mesa el Presidente Juan Manuel Santos y el líder guerrillero Rodrigo Londoño Echeverri, alias 'Timochenko', se saludó a Cuba y Noruega como países garantes presentes en el histórico acto y también a los "acompañantes" en todo el proceso: Venezuela y Chile.
Desde 2012 Chile ha tenido un papel de apoyo y facilitador buscando el avance en una de las negociaciones más complejas que se han dado en el continente. El embajador Luis Maira ha sido un permanente y sacrificado representante de Chile en la tarea. Llegó de La Habana el sábado 19, pero el martes recibió un llamado urgente diciéndole que debía estar el miércoles en la mañana en la capital cubana: aunque no le dieron detalles, supuso que se trataba de algo mayor. Y lo era. Allí ambas partes, en ceremonia encabezada por el mandatario cubano Raúl Castro, firmaron un acuerdo largamente negociado sobre el área de la justicia en este proceso. Este contempla, entre otras cosas, una amnistía para delitos políticos, la creación de un tribunal especial para la paz y establece que la guerrilla deberá entregar las armas en un plazo de 60 días tras la firma del acuerdo definitivo.
Aún quedan muchos pasos por dar, pero Colombia está más cerca de lograr la paz como nunca antes lo estuvo. Y Chile está cerca, acompañando a un país que, por esta decisión se nos hace aún más amigo. Fue a mediados de este mes que el canciller Heraldo Muñoz encabezó la ceremonia de constitución oficial del "Grupo de Amigos de La Paz en Colombia", que está integrado por personalidades de todos los sectores de nuestro país. Entre ellos se incluyen la senadora Isabel Allende; los senadores Andrés Allamand y Hernán Larraín; los abogados Carmen Hertz y José Zalaquett; Genaro Arriagada, Ángela Jeria y Juan Andrés Lagos. Es otra muestra de que en temas importantes para el devenir internacional es importante y necesario andar juntos.
Con Colombia somos socios muy cercanos en la Alianza del Pacífico y ese, junto con la prioridad por la paz, también es un dato importante. Como han señalado analistas económicos de Colombia, si mañana ese país despertara sin un conflicto interno armado su Producto Interno Bruto (PIB) aumentaría de uno a dos puntos cada año. También habría más turismo interno, se explorarían más áreas petroleras y las telefónicas podrían llegar con móviles y banda ancha a lugares donde aún no existe el servicio.
Colombia es una economía que ha crecido por arriba del 4% en los últimos años. Llegó a registrar un 6% en 2011, y esto hizo que las calificaciones de riesgo devolvieran el grado de inversión a la deuda soberana. Ha disminuido los índices de pobreza extrema y aumentado el empleo formal. Pero algo también muy importante para nuestras propias estrategias de proyección al mundo: es el único país sudamericano que tiene costas tanto en el Pacífico como al Caribe y el Atlántico. No es un dato menor para las empresas chilenas que a futuro operen desde allí bajo el marco de la Alianza.
Lo de Bolivia nos ha tenido preocupados y con razón. Pero todo indica que será un proceso largo y, probablemente, poco fértil para verdaderos proyectos de integración y desarrollo. Lo de Colombia, en cambio, nos ofrece muchas perspectivas de acción en común. Si hemos estado allí por razones humanitarias y de paz, también es válido por razones de nuestras propias estrategias de desarrollo.
Es importante respaldar a Colombia en todos los pasos que vienen para que a mediados de marzo 2016 pueda llegar al acuerdo definitivo de paz.