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Columnistas

En la confianza no está el peligro

Por: Equipo DF

Publicado: Martes 28 de enero de 2014 a las 05:00 hrs.

En materia de regulación de mercados y luego de una revisión rápida de la agenda noticiosa, se observa la gran notoriedad pública que adquirieron en los últimos años algunos casos relacionados con fallas en los gobiernos corporativos y la transparencia de algunas entidades de sectores económicos relevantes de distintos países.

Considerando que ya en 1865 el Código de Comercio de nuestro país disponía una forma de supervisión de las sociedades anónimas, hoy los desafíos entre reguladores y regulados son evidentemente nuevos y de mayor sofisticación. En los tiempos que corren, explotar un negocio en una industria supervisada implica necesariamente algo más que estrictamente cumplir la ley y las normas que la rigen.

En la relación regulador-regulado es altamente deseable que ambos se den seguridad y certezas. Así, por ejemplo, la estabilidad de las reglas y la posibilidad de participar activamente en el desarrollo de la nueva normativa elimina en los regulados todos aquellos costos de adaptación imprevista o de sanciones con cierto grado de sorpresa. Por su parte, es altamente valioso que los regulados comprendan cuáles son los objetivos del regulador, que cooperen en su consecución y que le den cierta certeza de que seguirán cooperando.

Inexorablemente, eventos con grandes costos económicos, sociales y políticos relacionados con entidades reguladas tienen conexión con la pérdida -al menos en parte- de estas buenas prácticas en la relación regulador-regulado.

Las funciones de compliance implementadas tradicionalmente con una visión casi puramente jurídica, ya no resultan suficientes. Como parte de las funciones de gestión del cumplimiento hoy se requiere una mirada preventiva, holística e ingenieril del negocio que permita gestionar y anticipar los riesgos, donde el riesgo de incumplimiento normativo es solo uno de ellos.

Necesariamente, esto implica una forma distinta de relacionarse con su supervisor, basada en el diálogo permanente, la anticipación, la colaboración y la participación en todos los ámbitos relevantes: legales, operacionales, tecnológicos, riesgos, relación con clientes y la sociedad, etc.

Las empresas reguladas, incluidas sus administraciones y sus directorios, deben y necesitan imperiosamente generar confianza entre todos sus stakeholders. La sociedad espera de las empresas reguladas -en cualquier industria- ambientes de colaboración y respeto mutuo que en definitiva, aseguren, preserven y mejoren las industrias en las cuales se desenvuelven.

Las comunicaciones, las directrices, las recomendaciones, los códigos de buenas prácticas, son disposiciones no vinculantes, pero altamente eficaces. Estas soft law que han estado en el centro de la discusión regulatoria en jurisdicciones de mayor desarrollo que la nuestra, parecieran propiciar un diálogo mucho más interactivo entre reguladores y regulados.

Esta materia es estratégica para las empresas y en consecuencia, se sugiere que la relación con el supervisor, tanto en su rol de regulación como de fiscalización y de desarrollo armónico de la industria, sea siempre una responsabilidad compartida entre la máxima autoridad en la administración y el propio directorio.

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