El octubrismo y los pretextos para la violencia
FELIPE SCHWEMBER Faro UDD
- T+
- T-
FELIPE SCHWEMBER
Durante el así llamado «estallido social» se popularizó una falacia que ha sido reflotada estos días por el subsecretario de DDHH con ocasión de los dichos Evelyn Matthei sobre el memorial en Metro Baquedano. A propósito de lo afirmado por la alcaldesa, en el sentido de que dicho memorial debía recordar la violencia ejercida contra Carabineros, el subsecretario dijo que «es muy complejo que entremos a comparar muertes con daños a la propiedad».
Lamentablemente, de un tiempo a esta parte nuestras autoridades se explican y argumentan cada vez peor. Las declaraciones del subsecretario son una muestra de ello. En efecto, es muy complejo hacer la comparación de la que habla. Tanto que nadie la hace. Salvo él, claro. Lo hace, como muchos octubristas, para cohonestar la violencia de esos días.
“Las palabras del subsecretario de DDHH explican el tratamiento que se debe dar al octubrismo: por su incompatibilidad con el Estado de derecho, merece ser recordado no para ensalzarlo con memoriales, sino para repudiarlo”.
En efecto, la comparación pretende introducir una diferencia entre la violencia de Carabineros contra las personas y la violencia de los «manifestantes» contra las cosas con el objeto de insinuar que la primera sería desproporcionada y la segunda lamentable, pero comprensible a causa, presuntamente, de la desigualdad y los abusos. De ahí se seguiría que la represión policial sería injustificada, que los reprimidos son víctimas del Estado policial y que deben ser recordados como tales por la ciudadanía. De todo lo anterior se sigue, también, es de suponer, que hay que dejar a hacer a los muchachos que destruyen bienes públicos o privados.
Son tantos los errores de esta mañosa comparación, que resulta sorprendente que los políticos la repitan con tanto desenfado, por no decir desvergüenza.
En primer lugar, la propiedad no son sólo las «cositas», por emplear la expresión peyorativa de la diputada Orsini. Esas «cositas» son el tiempo y el esfuerzo de las personas, ya sea que se trate de «cositas» públicas o privadas. Muy seguramente ni la diputada Orsini ni los partidarios de la violencia octubrista tratan sus cosas con la misma displicencia y desaprensión con que tratan las de otros (una norma para una Constitución ideal sería que a cada uno se le aplicaran las reglas que preconiza: es difícil imaginar algo más justo; además permitiría a la ciudadanía comprobar la convicción, responsabilidad y consistencia de sus políticos).
Pero, en segundo lugar, la propiedad no son sólo las cosas materiales. La propiedad es, sobre todo y de modo primordial, el conjunto de reglas de convivencia respecto al uso de las cosas. Como tal, presupone las reglas generales del derecho público y coadyuva a su fin. Es decir, la propiedad presupone el Estado de derecho y contribuye, al mismo tiempo, a él. Por eso, declaraciones como las del subsecretario de DDHH deben entenderse, en el fondo, del siguiente modo: «Es muy complejo que entremos a hacer valer el Estado de derecho». Sobre todo, cabría añadir, cuando ese ejercicio de validación contraría el propio proyecto político.
Las palabras del subsecretario explican el tratamiento que se debe dar al octubrismo: por su incompatibilidad con el Estado de derecho, merece ser recordado no para ensalzarlo, sino para repudiarlo.