Cuidado con la expansión monetaria
Arturo Frei Gerente general de Renta4
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Arturo Frei
Las medidas de expansión monetaria no convencionales (quantitative easing, QE), muy desconocidas en general por las personas ajenas al mundo financiero, a pesar de su gran impacto en los bolsillos de todos, han producido fuertes distorsiones en los mercados donde han sido aplicadas, llevando a los países a financiarse cada vez más barato a pesar de ser más riesgosos. Todo un contrasentido desde la lógica empresarial de riesgo y rentabilidad, y desafiando la ley de gravedad en lo que a finanzas se refiere.
El dinero es inyectado al sistema monetario por los bancos centrales sin respaldo de ahorro previo, lo que tiende a formar burbujas de activos y posteriormente inflación, distorsionando los precios relativos y beneficiando de paso a grupos económicos con su intervención. La razón es que la falta de señales que entrega el precio se termina reflejando en la mala asignación de recursos y destruyendo riqueza privada, pero también pública, por todos los rescates implícitos que significan los QE, haciendo crecer los balances mediante la compra de deuda. No olvidemos la hiperinflación alemana de la primera mitad del siglo XX y la destrucción del sistema monetario como un todo.
El dinero barato promovido por los Bancos Centrales ha servido para aumentar exponencialmente la deuda en los países desarrollados, anticipando consumo y por ende limitando crecimiento futuro, además de posponer las reformas estructurales necesarias para crecer.
En este contexto, ante una cantidad creciente de gasto público financiado con deuda comprada por el Banco Central, con el riesgo país y los gastos por pago de intereses al alza, cobra especial importancia gastar de forma eficiente y focalizada. En este aspecto, resulta un camino a considerar que el gasto sea transferido a la población objetivo en forma de vouchers, y no mediante la contratación o la inversión del Estado, para mantener el sistema de precios funcionando y también la inversión privada.
Con las tasas de interés en mínimos, las personas se han visto forzadas a buscar rentabilidad en sus ahorros, con el fin de no perderlos en poder adquisitivo, sumando la amenaza latente de inflación, lo que los lleva a tomar riesgos indeseados e incluso salir de su perfil de inversionista.
Esto plantea un problema de fondo aún mayor, en el sentido de que una sociedad que no fomenta el ahorro, sino el gasto o la inversión poco confortable, luego no tiene capital para invertir y, por ende, mantiene sus tasas de capitalización bajas, es decir activos y tecnología, que son la fuente del crecimiento económico.
Estas medidas de shock, como las que se propusieron en 2009 en Chile en la crisis anterior, a través de un salto abrupto en el gasto fiscal, pasaron a ser permanentes, lo mismo que ha pasado con los QE en economías desarrolladas, y a juzgar por el ejemplo recién mencionado, en Chile podrían perpetuarse también.
El dilema económico-moral no lo podemos olvidar: pensar que todos deben ser rescatados, finalmente es también no rescatar a nadie.