El inesperado juicio político del Presidente de Perú, Martín Vizcarra, es el último suceso en una feroz batalla entre el Ejecutivo y el Legislativo que ha plagado la política del país desde las últimas elecciones en 2016.
Vizcarra, quien fue destituido por el Congreso el lunes por la noche por acusaciones de corrupción, dejó el cargo de inmediato. Fue reemplazado el martes por el titular del Congreso, Manuel Merino, quien se espera que lidere el país hasta las elecciones presidenciales del próximo abril. Vizcarra había derrotado fácilmente un intento de juicio político similar hace dos meses.
Pero a diferencia de algunas votaciones anteriores, los partidos políticos de Perú les dieron a sus miembros la libertad de votar como quisieran, lo cual provocó que sólo uno de los nueve partidos en el congreso dividido votara como un bloque.
El caso de corrupción contra Vizcarra se ha basado en gran medida en mensajes filtrados de WhatsApp, que parecían sugerir que tenía una relación cercana con empresas constructoras que supuestamente pagaron sobornos para ganar contratos en una región del sur de Perú cuando era el gobernador de la región. Merino, quien lideró el fallido intento de juicio político en septiembre, parece haber tenido más éxito esta vez en ganar el apoyo de otros partidos. Esto, según Eileen Gavin, analista principal para América Latina de Verisk Maplecroft, es “indicativo de una gran cantidad de acuerdos secretos en el último mes”.
La gente estaba enojada. Vizcarra ha obtenido mucho apoyo público para su campaña anticorrupción. El Congreso, en cambio, es una institución odiada, ampliamente considerada corrupta y egoísta. Una encuesta reciente de Ipsos encontró que el 78% de los peruanos se oponían al juicio político, y muchos dijeron que el Congreso debería lidiar con la pandemia del coronavirus y la economía, en lugar de tratar de destituir al Presidente.
Merino ha prestado juramento e insiste en que se honrará el calendario presidencial del próximo año, que prevé una primera ronda de votaciones en abril, una segunda ronda (si es necesario) en junio, culminando en julio cuando un nuevo presidente asumiría el cargo. Cualquier desviación de ese compromiso desencadenará protestas, no sólo de los peruanos, sino también de la Unión Europea y de la Organización de Estados Americanos.
Merino podría intentar revertir la reforma política de Vizcarra que prohíbe a los miembros del Congreso buscar la reelección. Una vez más, cualquier intento de este tipo enfrentará una fuerte resistencia. Ya que tiene sólo unos meses para operar, Merino podría intentar implementar políticas económicas populistas, como reducir el IGV o permitir que los peruanos recurran a sus pensiones para aliviar las dificultades causadas por la pandemia.
El campo electoral de Perú ya estaba abierto antes de la votación del lunes, y el resultado de las elecciones del próximo año es ahora aún más incierto. Merino podría usar su tiempo en el cargo para postularse para la presidencia, como lo que hizo Jeanine Añez (sin éxito) en la vecina Bolivia.
Las encuestas sugieren que el candidato favorito es George Forsyth, un joven ex futbolista y alcalde que describió lo ocurrido el lunes como “un golpe de Estado disfrazado”. Pero la mayoría de las encuestas sugieren que nadie tiene una ventaja clara. Una encuesta presentó una larga lista de candidatos a los encuestados, preguntándoles por quién votarían. Aproximadamente el 31% respondió “por ninguno”.