DF Conexión Asia | El crecimiento demográfico no debe usarse como un arma
Camilla Cavendish 2023 The Financial Times Ltd.
- T+
- T-
Camilla Cavendish
La noticia de que, según las previsiones, la población de la India pronto superará a la de China constituye un poderoso momento psicológico. Los temores occidentales al estancamiento están provocando angustiosos debates sobre la inmigración y llamados a implementar políticas “pronatalistas”. Pero los gobiernos de todo el mundo deberían resistirse a la tentación de convertir a la población en un arma.
La creciente población activa de la India es envidiada por las naciones más envejecidas. El 40% de su población tiene menos de 25 años, y aproximadamente 1 de cada 5 menores de 25 años del mundo vive allí. Su edad media, 28 años, contrasta favorablemente con los 38 de Estados Unidos y los 39 de China. Pero esta enorme reserva de jóvenes sólo será una bendición para su país si encuentran trabajo.
“Los gobiernos temen perder influencia en el mundo si su población no sigue el ritmo de la de sus rivales, y temen estancar el crecimiento económico”.
India tiene una floreciente clase media y es líder mundial en TI, lo que la sitúa en buena posición para captar inversiones de empresas que buscan diversificarse lejos de China. Pero el salto a la manufactura de gama alta, que impulsó a la prosperidad a países como Taiwán y Corea del Sur, ha sido hasta ahora esquivo en una nación donde casi la mitad de la población activa sigue trabajando la tierra y el 46% de los adultos mayores de 25 años no terminó la escuela primaria. Y su atractivo como contrapeso democrático podría disminuir bajo las políticas represivas del primer ministro Narendra Modi.
En todo el mundo, la carrera por asegurar los dividendos demográficos antes de que el descenso de la natalidad lastre el crecimiento económico está en marcha. Pero muchos países en crecimiento -desde la India a Egipto o Nigeria- pueden tener dificultades para lograr el tipo de dividendo demográfico cosechado por los tigres asiáticos a menos que también puedan aumentar la productividad.
El temor es que estemos al borde de un círculo vicioso. Si los gobiernos cobran más impuestos a una mano de obra cada vez más reducida para cuidar a los ancianos, los ciudadanos más jóvenes podrían encontrar progresivamente menos asequible tener hijos. A medida que los países se enfrentan a la demografía, cada vez son más los que adoptan políticas formales para aumentar o reducir la fertilidad. De las 197 naciones del mundo, 69 tienen como objetivo reducir la tasa de natalidad, y 74, aumentarla o mantenerla.
El peligro surge cuando los países que están perdiendo terreno demográfico empiezan a ejercer una presión inaceptable sobre las mujeres para que tengan hijos. Tanto India como China llevan décadas intentando controlar la fertilidad. Es importante recordar que los seres humanos no son factores de producción. La historia moderna del descenso de la natalidad es, en gran medida, una historia de liberación femenina. Muchas democracias pagan ahora “primas por nacimiento” para ayudar a sufragar los gastos del cuidado de los hijos. Pero los regímenes menos progresistas pueden volver rápidamente a métodos más represivos.
Los gobiernos temen perder influencia en el mundo si su población no sigue el ritmo de la de sus rivales, y temen estancar el crecimiento económico. Para empezar, deben acelerar las alternativas al fomento de la natalidad. Mantener a los ciudadanos sanos hasta la vejez les permite trabajar más tiempo. Invertir en tecnología y cualificaciones puede maximizar el potencial de las poblaciones existentes. Adoptar políticas favorables a la inmigración puede revitalizar una sociedad, siempre que se combine con esfuerzos concertados de integración.
Lo grande no siempre es lo mejor, como puede demostrar la próxima década.