Chile Top 10

Luis Larraín

Hay nostalgia entre los chilenos por lo escaso de nuestros triunfos internacionales. La generación dorada del futbol nos mal acostumbró. Pero cuando tenemos lugares destacados, la mala onda nacional o la frivolidad se encargan de esconderlos. Somos el segundo país exportador de salmones después de Noruega, pero la brecha se agranda. Crece la identificación y el orgullo de los noruegos por esa forma de vida y aumentan las dificultades para la industria chilena del salmón que se demora cada vez más en aprobar proyectos y sufre el activismo de ONG internacionales que cuestionan a la actividad por razones ecológicas, o laborales, siendo el mayor empleador en varias regiones del país.

Pero fuera de estos ejemplos, y del cobre y del litio, a merced de ávidos cobradores de impuestos que los ven solo como contribuyentes, hay otra actividad en que hemos sido destacados. El Índice Global de Pensiones de Mercer y CFA ubica a Chile como noveno entre 48 países por la calidad de su sistema de pensiones. La creación de la PGU durante el Gobierno de Sebastián Piñera nos llevó a esa posición por la mejora en el indicador de adecuación, que premia la mejor arquitectura del sistema. El año 2050 el Estado de Chile estará gastando el 3,9% del PIB en pensiones, contrastando con Finlandia y Noruega que superarán el 12%. Esto le da gran sostenibilidad al sistema chileno, pues lo hace menos vulnerable al envejecimiento poblacional al no depender del reparto intergeneracional sino de la capitalización de los ahorros de los trabajadores.

“¿Por qué personas informadas, acríticamente acogen el argumento de la ‘solidaridad’ sin advertir el caballo de Troya que trata de introducir la ministra Jara?”.

Lo paradojal de esto es que lo que se reconoce internacionalmente se desecha en Chile y el Gobierno de Boric está empeñado en una reforma que aumenta las cotizaciones previsionales, pero destina una parte de ellas a reparto, retrocediendo en el aspecto en que Chile es líder. La ministra Jara ha disfrazado este retroceso con la palabra solidaridad, omitiendo decir que las transferencias irían desde los más pobres a los más ricos (trabajadores de La Pintana subsidiando a jubilados de Vitacura, como lo ha caracterizado el economista Joe Ramos). ¿Por qué personas informadas, acríticamente acogen el argumento de la “solidaridad” sin advertir el caballo de Troya que trata de introducir la ministra Jara?

Pero más paradojal aún es que senadores de oposición estén negociando sobre la base de estos planteamientos para introducir en nuestro sistema el reparto, para mayor remate regresivo y, aunque se presente como transitorio, muy difícil de remover según nos enseña la economía política.

La gente no quiere que sus cotizaciones vayan a financiar a otros ni menos al Estado, sea en la forma de préstamo, fondo o cuentas nocionales (virtuales). Quiere mayoritariamente que vayan a sus cuentas individuales para financiar sus propias pensiones. Una encuesta recientemente realizada por Espacio Público e Ipsos, junto a la OIT y el PNUD, organismos internacionales que nadie podría calificar de neoliberales, señala que un 52% de los consultados quiere que la cotización vaya en su totalidad a su cuenta individual y solo un 17% a un fondo colectivo. Un 26% estaría por una solución mixta.

En medio de lo que David Bravo ha llamado emergencia laboral, con 450.000 empleos perdidos que nos hacen retroceder 10 años, introducir el reparto es una insensatez. Solidaridad ya tenemos con la PGU. Por primera vez en 40 años quienes ingresan al mercado laboral lo hacen con menores ingresos que los que obtenían sus padres. A estos jóvenes se les quiere hacer pagar el aumento de pensiones. Insólito.