¿Por qué no se me ocurrió antes a mí?
Camila Sánchez Lecaros Directora Emprendemos +
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Camila Sánchez
Rosser Reeves, gurú del marketing estadounidense en los años 50, iba caminando con sus colegas por un primaveral Central Park lleno de árboles floridos y pajaritos cantando cuando vio a un hombre ciego pidiendo limosna con un cartel. La pancarta decía: “Soy ciego” junto a un tarro casi vacío de monedas. Reeves se dio vuelta y les dijo a sus compañeros: “Con cuatro palabras le cambio la vida a este hombre”.
Se acercó al mendigo y le pidió permiso para cambiar su cartel a: “Es primavera, soy ciego”. Pronto las monedas no tardaron en llenar el tarro. Tal vez para cualquier persona esta anécdota resulte conmovedora o al menos inspiradora en la habilidad creativa, pero para los que somos emprendedores representa muy bien ese cuestionamiento envidioso que más de una vez hemos experimentado cuando conocemos una idea que resultó exitosa: ¿Por qué no se me ocurrió antes a mí?
Podríamos ver muchos ejemplos de creativos a los que ”se les ocurrió antes”, los fundadores de Facebook, Apple, Amazon, Google, Uber, Airbnb, Cornershop, etc… personas que resolvieron problemas comunes y silvestres pero de manera creativa e innovadora. Ellos lograron crear algo nuevo desde necesidades ya existentes. Y es que muchas veces estamos tan exigidos pensando en cómo romper el molde, que se nos olvida que las respuestas están en suplir necesidades mucho más cotidianas que rebuscadas y que eso tiene mucho más aporte que aspirar a ser un unicornio de renombre mundial.
Tampoco se trata de inventar una nueva rueda, aunque siempre será bienvenido un descubrimiento de valor. Se trata más bien de observar el entorno, los dolores y encontrar soluciones a ellos de manera que sea distinto a lo que ya se hace. O también, desde lo que ya existe, pero de mejor manera (que de eso hay muchísimo mercado).
Existe esa loca y utópica idea de que el sueño del emprendedor persigue encontrar una idea, gestionarla como por arte de magia y transformarla en un negocio mundial y volverse millonario. Nada más alejado de la realidad. Una que está más conectada con las necesidades básicas de las personas, que busca resolver lo simple, pero de mejor forma. Y que ese recorrido es un proceso, duro y largo. Porque la verdad es que quienes “le dan el palo al gato” son los menos, mínimos. Más son los que construyen cadenas de valor, aportan con atributos a soluciones comunes, contribuyen con mejoras al sistema con empleos, consumen a proveedores y suman a la reactivación de la economía de un país.
Sería bueno entonces dejar de intentar de unir el hemisferio derecho con el izquierdo del cerebro pensando en cómo innovar a lo grande. La característica emprendedora consiste en encontrar soluciones novedosas a problemáticas cotidianas. Porque la innovación puede implicar mayor cooperación si apostamos a perfeccionar u optimizar lo que ya existe para hacerlo mejor tal como lo hizo Reeves cambiando el cartel del ciego.