No soy startup, soy emprendedor
Camila Sánchez Directora Emprendemos +
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Camila Sánchez
Últimamente, en el mundo del emprendimiento se suele escuchar un lenguaje que se expresa en conceptos internacionalizados y rimbombantes que describen procesos, actividades y definiciones, pero que poco tienen que ver con el grueso de la cultura emprendedora chilena. Poco tienen que ver, y menos amables aún suenan para los mismos protagonistas del ecosistema.
Así, es común escuchar hoy palabras como softlanding, scale up, pitch, DemoDay o hub, por poner sólo algunos ejemplos de anglicismos de moda. Pero sin duda el más utilizado, la estrella del grupo, es startup. Creo que estas palabras se han adueñado un poco del concepto de emprendimiento; generalmente todas ellas aluden a emprendimientos con tintes de innovación, que son rápidamente escalables comercialmente y/o con componentes tecnológicos en su mayoría.
Digo que se han adueñado, porque no podemos extrapolar el concepto de startup a todo el emprendimiento chileno, es más, creo firmemente que el grueso de nuestros emprendedores ni siquiera sabe qué significa la palabra en inglés o no le resulta familiar. Y la mayoría de los emprendedores chilenos no son calificados como startup, sino más bien como comerciantes.
Creo que con estos conceptos importados han puesto el foco en emprendimientos que no necesariamente representan al grueso de la realidad chilena. La mayoría están enfocados en proyectos de innovación, tecnología, sustentabilidad o aporte social, pero se deja de lado que el gran porcentaje de emprendedores locales no cumple ninguna de esas características y no sólo no está consolidado, sino que está luchando en etapas mucho más tempranas, incluso sin formalizarse aún. El emprendedor chileno, en su mayoría, no sabe cómo postular a un capital Corfo, mucho menos está familiarizado con términos importados en inglés.
Porque si hablamos literalmente de startups, dejamos fuera del “censo emprendedor” a todas esas pymes que están en proceso de crecimiento y probablemente no tienen el apoyo de instituciones gubernamentales, ni de bancos y menos de privados. Cuando pensamos en un comerciante que tiene un local para vender productos que compra a proveedores y saca utilidad de ello, ¿lo llamamos startup? No, ¿y por eso deja de ser emprendedor? Pues, no. ¿Yl que tiene su carrito de comida rápida? Tampoco.
Probablemente ninguno de ellos se define como startup ni piensa en expandir su negocio al extranjero (todavía), sin embargo, siguen siendo emprendedores. Paremos de catalogar al emprendimiento como una actividad con componentes tecnológicos futuristas o con las exigencias semánticas de moda, porque dejaríamos fuera a todos los comerciantes que impulsan la economía del país y siguen siendo emprendedores. El emprendimiento es mucho más diverso y todos los involucrados deberían generar un ambiente favorable para todos los que quieran elegirlo como opción y eso parte desde definir bien los conceptos, hasta utilizar un lenguaje democratizado y amable para todos.