América Latina debe resistir la tentación de los autócratas
FT View© 2023 The Financial Times Ltd.
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La turbulenta política de América Latina suele aparecer en los titulares. La noticia que no se escucha es que la región ha disfrutado de una larga y amplia expansión democrática en los últimos 35 años. En ningún otro lugar del mundo en desarrollo las elecciones libres están tan arraigadas. La mayoría de los presidentes en ejercicio de América Latina fueron elegidos en las urnas en auténticas contiendas multipartidistas, aunque de diferente calidad, siendo las principales excepciones Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Sin embargo, en lugar de celebrar, muchos latinoamericanos están preocupados por el futuro de sus democracias. Una de las razones principales es el ascenso de líderes populistas con una inclinación autoritaria, como Nayib Bukele de El Salvador. El autodenominado “dictador más genial del mundo”, amante de los bitcoins, encabeza regularmente las encuestas de opinión regionales, en gran parte debido a su percibido éxito en la lucha contra el crimen organizado.
“El creciente atractivo del autoritarismo se produce conforme las mafias transnacionales de la droga extienden sus tentáculos asesinos en muchos de los países tradicionalmente más pacíficos de la región”.
Los métodos de Bukele son brutalmente simples: reunir a miles de jóvenes sospechosos de ser miembros de pandillas y encarcelarlos indefinidamente, y después preocuparse por sutilezas como cargos penales o juicios.
Los salvadoreños que estaban desesperados por la tasa de homicidios del país —una de las más altas del mundo— ahora cuentan con una tasa de encarcelamiento sin precedentes. A pocos les preocupa que su presidente esté subyugando el Poder Legislativo y Judicial o violando la Constitución al buscar un segundo mandato en las elecciones del próximo año. Un tribunal elegido por sus partidarios dijo que la medida era legal.
A muchos latinoamericanos les gusta lo que ven en El Salvador. Desde Chile hasta México, los ciudadanos alarmados por una ola de crímenes violentos claman por sus propios Bukeles. Según una reciente encuesta de opinión regional, el 54% de los latinoamericanos están de acuerdo con la afirmación, “No me importaría que un gobierno no democrático tomara el poder, siempre y cuando resolviera los problemas”.
El creciente atractivo del autoritarismo se produce conforme las mafias transnacionales de la droga extienden sus tentáculos asesinos en muchos de los países tradicionalmente más pacíficos de la región. Uno de los candidatos a las elecciones presidenciales ecuatorianas del pasado domingo fue asesinado a tiros durante la campaña. El candidato anticorrupción victorioso en Guatemala, Bernardo Arévalo, se ha quejado de un complot contra su vida.
Las economías débiles representan una amenaza para los líderes democráticos: durante la última década, América Latina ha luchado por crecer y la pandemia ha hecho retroceder dos décadas la lucha contra la pobreza extrema.
Otro riesgo acecha en el norte: una victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo año. Mientras estuvo en el cargo, Trump demostró ser un buen amigo de dos de los principales populistas autoritarios de América Latina, Jair Bolsonaro de Brasil y Andrés Manuel López Obrador de México. Sus asesores todavía sueñan con difundir la política trumpiana a través de las Américas.
Los populistas autoritarios de hoy pueden ser menos sanguinarios que sus antepasados caudillos, pero es poco probable que resulten más eficaces. Eso hace que sea aún más urgente que los presidentes democráticos de la región proporcionen el crecimiento económico sostenido, la lucha eficaz contra el crimen y los mejores servicios públicos que los latinoamericanos anhelan.