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Columnistas

Alegría de la fe

Por: Equipo DF

Publicado: Lunes 25 de noviembre de 2013 a las 05:00 hrs.

El mundo católico terminó ayer domingo un año dedicado a la reflexión en torno a la fe. Esto de creer es un misterio. Toda persona finalmente “cree”. Los que dicen no creer, lo hacen igual, y a veces son más “crédulos” que los creyentes de religiones tradicionales. El aumento de todo tipo de sectas, lecturas de aurea, cartas astrales, destino escrito en hojas de té, horóscopos, da indicio de una credulidad como pocas veces en la historia. La necesidad de certezas es innata al ser humano. El hombre no es que tenga una religión: “es” religión, vale decir, debe “re-ligarse” para ser quien es. Tenemos que “creer” para poder ser. Sin esperanzas, anhelos, sentido de trascendernos a nosotros mismos, no podríamos vivir.



Lo cristiano sí, es algo un poco distinto. Creemos no en algo sino en Alguien. La fe cristiana tiene como centro a Dios hecho hombre. Así de simple y así de provocador. Todo el entramado doctrinal construido en torno a Él, es secundario. La doctrina cristiana en sí, no es gran novedad. Lo novedoso es Cristo. Absoluta, revolucionariamente novedoso. Único.

El hombre de fe no es solo un buen ciudadano, buena persona. Eso no tiene de meritorio. Es quien coloca a Cristo en el centro de su existencia “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” Se preguntaba el Padre Hurtado.

Quien cree, ama. No se puede separar el amor a Dios del amor a los hombres. La fe impele a quien cree a darse a los demás. Lo dice el Papa Francisco, al referirse a la expectativa de nuestro encuentro con Cristo: “esa espera es tiempo de acción, tiempo para sacar provecho de los dones de Dios; no para nosotros mismos, sino para Él, para la Iglesia, para los otros; tiempo para tratar siempre de hacer crecer el bien en el mundo. Y sobre todo hoy, en este tiempo de crisis, es importante no encerrarse en sí mismos, enterrando el propio talento, las propias riquezas espirituales, intelectuales, materiales, todo lo que el Señor nos ha dado, sino abrirse, ser solidarios, tener cuidado de los demás”.

Buena parte de las tristezas del mundo tienen que ver con la falta de un sentido sobrenatural, trascendente de la vida. Quien cree, vive de otra manera: es más solidario, comprensivo, tolerante, empático con las necesidades del otro.

Por ello, no todo el que dice creer, cree realmente. Hay muchos espejismos de fe. Cuando abunda la arrogancia, la soberbia, el subestimar al otro, sentirse dueños de la verdad ¡obvio que no es fe! Es una caricatura siniestra de la fe, un anti-signo. Puro paganismo disfrazado de fe. Quien tiene fe, vive mejor, es más feliz.

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