No hay transición energética sin rumbo
Gabriela Manríquez Abogada, especialista en derecho energético y exasesora de la cne
- T+
- T-
Gabriela Manríquez
En los últimos meses se han realizado varios anuncios en el marco de un plan que el Ministerio de Energía denominó segundo tiempo de la transición energética. Es preocupante la línea que ha tomado la autoridad en un contexto en que se requieren acciones con impacto directo en los usuarios finales y con miras a la transición.
Los principales anuncios consisten en un gran sistema de almacenamiento, perfeccionamientos en la ley de transmisión (bajo el nombre de transición energética) y la reasignación de ingresos tarifarios. Hay más de un factor común en ellas. Primero, son medidas que se pretenden financiar a costa de los clientes finales; segundo, no abordan problemas regulatorios de fondo; y tercero, no se ha transparentado el detalle de cómo se pretenden implementar.
“Es desconcertante que ninguna de las medidas anunciadas por el Ministerio de Energía sea en beneficio directo de los consumidores finales, más aun cuando todo indica que son quienes las financiarán”.
Existiendo materias sectoriales que es necesario discutir y modificar, y al parecer el entendimiento de que “alguien” debe asumir los costos de la transición, es desconcertante que ninguna de las medidas anunciadas sea en beneficio directo de los consumidores finales -sobre todo cuando todo indica que son quienes las financiarán.
Así, no es comprensible que se siga retrasando la reforma al segmento de distribución bajo la incorrecta idea de que no es posible avanzar mientras no haya perfiles socioeconómicos claros de los consumidores -esto es más bien un problema para focalizar eventuales subsidios o idear un pliego tarifario, materias que no tienen impacto directo en el diseño y valorización de la red.
En la misma línea, la idea expresada por el ministro de que habría que “echar” a los grandes consumidores de la red de distribución, a través de señales de precios para que autoconsuman, es contraria a años de estudio sobre el rol que debiese tener la red de distribución eléctrica para la transición energética y es inconsistente con los propios anuncios realizados por el Ministerio para aprovechar los recursos solares del norte.
La distribución es un segmento de gran sensibilidad para las personas. Necesitamos una red que permita interacciones bidireccionales entre los distintos usuarios, que fomente la generación dentro de los centros de consumo y que entregue incentivos a utilizar los recursos disponibles en las horas que es más eficiente. Sin ir más lejos, necesitamos una red que sea confiable para que no se produzcan cortes de suministro cada vez que hay frentes de mal tiempo.
¿De qué sirven medidas como el fin a la tarifa de invierno sin ello? ¿Qué sentido tiene incentivar la electrificación de consumos en nombre de la crisis climática si no se asegura la disponibilidad del recurso?
Anuncios de medidas contraintuitivas e indeterminadas, declaraciones abiertas respecto a evitar reformas necesarias por razones incorrectas, junto a otros problemas de gestión que suman a la incertidumbre regulatoria, como el retraso en la dictación de reglamentos y decretos tarifarios, es un lujo que no nos podemos dar como país que pretende ser líder en energías renovables.