Asamblea constituyente, ¿es la solución?
Constanza Hube Profesora Derecho UC
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Constanza Hube
La semana pasada, y a propósito de las distintas jornadas de reflexión que se han organizado en el contexto de las manifestaciones que hemos tenido en nuestro país, estuve debatiendo en una mesa con alumnos, funcionarios y académicos sobre el conflicto y posibles soluciones. Luego de un diálogo interesante y solo al final uno de los participantes planteó la siguiente propuesta: asamblea constituyente. Parte de los integrantes formulamos una sola pregunta: ¿qué es lo que quiere cambiar de la Constitución vía asamblea constituyente? Esta duda simplemente no tuvo respuesta.
Esta consigna se viene repitiendo desde hace varios años; no podemos olvidar cuando un asesor de la entonces candidata Michelle Bachelet planteó que se debía cambiar la Constitución “por las buenas o por las malas”. Pero existe un grave problema: en ningún momento discutimos el contenido de la Constitución que hoy nos rige, ni tampoco la evolución que ha tenido hasta hoy.
Hay una cantidad importante de elementos que forman parte de la Carta Fundamental que no provienen de la actual Constitución, sino que de una larga tradición constitucional chilena. Así, con la llamada asamblea constituyente básicamente se estaría validando la “consigna” de que la Constitución tiene que partir de cero, borrón y cuenta nueva, sin conocimiento, ni reconocimiento alguno hacia aquellos principios e instituciones que han colaborado con mantener una estabilidad institucional admirada internacionalmente.
Otro grave “forado” que tiene la asamblea constituyente es su carácter poco democrático. El Congreso, en toda democracia moderna, constituye el órgano político representativo por excelencia, dado que sus miembros son electos democráticamente por el pueblo en elecciones periódicas. Esto genera que las decisiones que de él emanan tengan legitimidad tanto por aspectos sustanciales como formales. Así, que las decisiones emanen del acuerdo de los representantes elegidos libremente y se ciñan a un cierto “contenido pre-comprometido” les concede una legitimidad sustantiva.
Y entre los aspectos formales, tal vez el principal es que las decisiones legislativas se someten a un proceso neutral que, por lo mismo, no favorece a priori a ninguna fuerza política, ni a ningún grupo de interés. Cuando se propone extraer del Congreso la decisión constitucional y transferirla totalmente a una asamblea constituyente se está cuestionando la capacidad del órgano legislativo para tomar decisiones relevantes y, con ello, debilitando intensamente nuestra democracia.
Por otro lado, sostener que la asamblea constituyente constituye una suerte de panacea o varita mágica que resolverá los principales problemas sociales que tiene el país no solamente es incorrecto y genera falsas expectativas en la ciudadanía, sino que a la vez es un mecanismo riesgoso y contradictorio en términos democráticos.