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Privacidad digital: ¿estamos todavía a tiempo para recuperarla?

Dos libros preguntan cómo podemos recuperar el control de nuestros datos en una sociedad de vigilancia que nos ofrece tantos beneficios a cambio.

Por: Financial Times. Traducido por Renato García J. | Publicado: Viernes 23 de octubre de 2020 a las 12:23 hrs.
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Richard Waters

¿Qué es la privacidad? ¿Y nos importa lo suficiente como para salvarla, incluso si pudiéramos? Esas preguntas se esconden en el fondo de cualquier discusión sobre la privacidad digital. Sentimos un vago temor por lo que están haciendo con nuestros datos, pero no estamos seguros exactamente de qué daño está provocando o si estamos perdiendo algo importante.

Firmin DeBrabander, profesor de filosofía en el Maryland Institute College of Art, resume el problema en su libro La Vida Después de la Privacidad: Recuperando la Democracia en una Sociedad de Vigilancia. “No sabemos qué decir, cómo articular o expresar el daño que es provocado por la generalizada vigilancia gubernamental y comercial".

Hemos renunciado fácilmente a nebulosos derechos sobre nuestros datos a cambio de las comodidades de la economía digital. Y muchos de nosotros exponemos deliberadamente nuestras vidas en las redes sociales. Pero los usos que se le dan a nuestra información son opacos, los controles a nuestra disposición (salvo abandonar la economía digital) son demasiado débiles.

Al igual que Carissa Véliz, que aborda el mismo enigma en La Privacidad es Poder: Por Qué y Cómo Debes Recuperar el Control de Tus Datos, DeBrabander también toma esto como un punto de partida. Pero los dos llegan a conclusiones muy diferentes. La Vida Después de la Privacidad sostiene que “el genio ya está fuera de la botella” y que deberíamos buscar otras formas de proteger las cosas que nuestro mal definido sentido de "privacidad" nos trajo. Véliz, profesora asociada de ética de la inteligencia artificial en la Universidad de Oxford, hace un llamado a las armas para luchar contra la vigilancia digital antes de que sea demasiado tarde.

Si eres uno de esos lectores que se rindieron antes de llegar al final de La Era del Capitalismo de Vigilancia, el voluminoso tratado académico de Shoshana Zuboff, entonces estos dos trabajos más cortos son un buen lugar para comenzar.

El primer paso es decidir si hay algo en juego por lo que realmente valga la pena luchar. La Vida Después de la Privacidad hace un buen trabajo en establecer nuestra angustia en un entorno histórico o filosófico. “La privacidad cambia según lo exigen los sistemas culturales y económicos”, dice DeBrabander.

El aumento de la prosperidad nos ha permitido excluir al resto de la sociedad de formas que nuestros antepasados ​​no podrían haber imaginado. Pero al mismo tiempo, el cambio tecnológico ha creado una frontera cambiante. Podemos sentir una vaga sensación de "escalofríos" al ver que los anuncios nos siguen por la web. Pero no hay ninguna razón por la que no podamos aprender a vivir con esto, como lo hemos hecho antes con otras intrusiones percibidas, y retirarnos a nuevos rincones en nuestras mentes.

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Algo irreductible

Dado que la privacidad ha sido tan variable, ¿hay algún absoluto que consideremos que valga la pena defender? En ese punto, ambos autores coinciden rotundamente: nuestra autonomía individual.

En el mundo digital, los datos son destino. Los algoritmos predictivos que se alimentan de nuestra información personal están diseñados para anticipar nuestros deseos y necesidades, y proyectar lo que podríamos hacer a continuación. Eso significa que el precio que se nos ofrece en un sitio de comercio electrónico, o las condiciones que se nos presentan para un préstamo, lo deciden cada vez más las máquinas.

La autonomía también es fundamental para la preservación de la democracia. “La privacidad es importante porque la falta de ella le da a otros poder sobre ti”, escribe Véliz. La personalización, lejos de ser una herramienta útil para hacer que el ámbito digital responda a nuestras necesidades individuales, es en realidad una técnica “diseñada para manipular tu mente única”.

Lo que está en juego, advierte DeBrabander, es el “acceso privilegiado a tus estados mentales”, como lo describe el filósofo Michael Lynch. Él agrega, de nuestro espacio mental privado. “Cuando otros lo invaden y miran adentro corres el riesgo de que ya no te vean como una persona única, un individuo humano; ahora eres una especie de objeto, susceptible de manipulación y abuso".

El futuro está abierto

Una vez que gran parte de nuestra vida se lleva a cabo en dispositivos y redes digitales, bajo la mirada constante de estos sistemas, es difícil pensar que podemos mantener un espacio personal inviolable, una incognoscibilidad esencial. Sin embargo, Véliz, por su parte, cree que vale la pena intentarlo. Ella destaca el importante punto de que los resultados del “progreso” tecnológico no son inevitables, por mucho que a los tecnólogos les guste sugerir lo contrario. Depende de nosotros, dice, determinar si queremos avanzar hacia un futuro en el que estemos bajo el control de las máquinas. Gran parte de nuestra sociedad todavía existe fuera del ámbito digital y todavía hay tiempo para restablecer las reglas.

Algunas de las propuestas de su lista para la acción ciertamente parecen alcanzables. Incluyen limitar el comercio de información personal y la cantidad de datos que se recopilan en primer lugar. Frenar la vigilancia gubernamental siempre será difícil, pero es una batalla que tendrá que librarse constantemente.

Sin embargo, otras propuestas requerirían cerrar aspectos importantes de la economía de datos. Véliz recomienda prohibir la publicidad dirigida y las máquinas que usan IA para extraer "subrepticiamente… inferencias sensibles” sobre nosotros. Las empresas y los gobiernos se benefician demasiado de técnicas como estas como para que sea probable que las abandonen.

La suerte está echada

DeBrabander, por el contrario, asegura que la privacidad no solo es cosa del pasado, sino que probablemente está sobrevalorada en primer lugar. Las cosas que más nos importan -“autonomía, autenticidad y libre pensamiento”- se pueden lograr de otras formas, dice.

Sostiene que tratar de preservar un espacio privado en el que podamos tomar decisiones sin influencia externa es caer en el mito del individualismo, una "noción del yo que es filosóficamente sospechosa, y quizás incluso totalmente desacreditada". La democracia se apoyaría sobre una base más sólida si reconociéramos nuestra interdependencia, afirma. En lugar de intentar replegarnos en nosotros mismos, debemos dar cada paso hacia adelante y asumir un papel más activo en la lucha por lo que creemos en el dominio público.

Como dejan en claro sus títulos, La Vida Después de la Privacidad y la Privacidad es Poder llegan a conclusiones bastante diferentes sobre la mejor manera de luchar contra la amenaza de la vigilancia digital. Sin embargo, es probable que te quedes con la incómoda sospecha de que, dada la creciente complacencia creada por nuestras comodidades inducidas digitalmente, es posible que ya no tengamos la voluntad para oponernos.

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