Mario Draghi declara la victoria en la batalla por el euro
En entrevista con Financial Times, el presidente saliente del BCE justifica más estímulo y dice que sus críticos más férreos han perdido el argumento político.
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Frankfurt
Desde su oficina en el piso 40 de la brillante sede de la torre gemela del Banco Central Europeo en Frankfurt, Mario Draghi resume cómo se ha transformado el BCE durante su presidencia. “(El edificio) encarna nuestros valores, dice el italiano de 72 años, con un toque de orgullo. “Transparencia e independencia”.
Bajo el liderazgo de Draghi, el BCE ha alcanzado la mayoría de edad. Junto a la Reserva Federal y al Banco de Inglaterra, ha desarrollado un arsenal formidable, inyectando billones de euros en estímulos a la economía de la eurozona para contrarrestar el impacto de la crisis financiera global.
Draghi, quien ahora llega al final de sus ocho años de mandato, ha ganado ovaciones de pie en las cumbres de Bruselas. En mayo, el presidente Emmanuel Macron le otorgó la orden de Comandante de la Legión de Honor de Francia, elogiándolo como el heredero de Jean Monnet y Robert Schuman, los padres fundadores del proyecto europeo.
Sin embargo, a pesar del estilo de Draghi, la economía de la región sigue siendo frágil. Y hay una sensación creciente de que su banco central ha soportado demasiada carga y ya no puede ser el único jugador en la ciudad.
Es una opinión que él respalda enérgicamente. Al profundizar sobre el establishment económico alemán, con el que Draghi se ha enfrentado frecuentemente, dice: “(He) hablado sobre política fiscal como un complemento necesario de la política monetaria desde 2014. Ahora la necesidad es mucho más urgente que antes. La política monetaria seguirá haciendo su trabajo, pero los efectos secundarios negativos, a medida que avanza, son cada vez más visibles”.
La llegada de Draghi
En dos entrevistas con Financial Times, Draghi lanzó contra sus críticos, destacando las lecciones de la crisis de la deuda de la eurozona, su propio legado y los desafíos que enfrenta su sucesora Christine Lagarde, exdirectora gerente del FMI. También justificó un paquete final de estímulo monetario que ha resultado controversial para los bancos tradicionales, una espina constante en su costado.
Hijo de un banquero central, Draghi gozó de impecables credenciales para el puesto en el BCE: una larga carrera en el Tesoro italiano y en el Banco de Italia; un doctorado en economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts; y una temporada en Goldman Sachs, que lo ayudó a aprender a comunicarse con operadores financieros.
Llegó a Frankfurt justo cuando la crisis de la zona euro estaba por acelerarse a una nueva e inestable fase. Le siguieron dos recortes de tasas, el primero a los pocos días de asumir.
A medida que la economía del bloque empeoraba, Draghi se vio confrontado con la tensión central en la eurozona, que ha atormentado los esfuerzos de Europa para una integración más profunda, desde el Tratado de Roma: las incómodas compensaciones entre soberanía nacional e interés colectivo más amplio.
Respuesta a críticas
Aunque el punto agudo de la crisis de la eurozona ha pasado, persisten problemas crónicos. Draghi culpa a factores externos como el conflicto comercial del presidente Donald Trump con China y el riesgo de un Brexit sin acuerdo, pero internamente la eurozona sigue siendo vulnerable. El desempleo en el sur sigue siendo alto, especialmente entre los jóvenes. Los motores económicos de la región, como Alemania y Holanda, han tambaleado, y sus exportadores están bajo presión.
El paquete presentado a principios de septiembre verá la reanudación de un programa de flexibilización cuantitativa de 2,6 billones (millones de millones) de euros que se suponía que terminaría definitivamente en diciembre pasado. El BCE se ha comprometido a gastar 20 mil millones de euros al mes, hasta que la inflación muestre signos de acercarse a su objetivo de poco menos de 2%. También ha reducido las tasas a nuevos mínimos históricos y ha señalado que los costos de los préstamos se mantendrán ultra flojos durante años, sin límite de calendario.
Y a pesar de las críticas, Draghi defiende el programa según sea necesario. “Las perspectivas han empeorado, especialmente para la manufactura. La inflación ya no estaba en camino de alcanzar nuestro objetivo”, dice, y agrega que las políticas funcionarán, aunque a un ritmo más lento que si los gobiernos gastaran más.
Concuerda con Macron que es tiempo de respaldar un nuevo presupuesto común para la zona euro, un desarrollo transformador y “existencial” para complementar la política monetaria.
Lo que le da consuelo, dice, es que el historial del BCE en los años de crisis ha construido un legado perdurable. No se trata del hombre, sino del mandato en sí que, implica, su sucesora estará obligado a respetar.
Dice que los opositores al euro, los soberanistas, han perdido. Fueron derrotados en la batalla por el euro en la crisis griega y perdieron la batalla política en las elecciones al Parlamento Europeo de este año. Añade que Lagarde será una presidente del BCE “excepcional”. “Ha liderado exitosamente el FMI y a su equipo de economistas en tiempos difíciles”.
Con eso, Draghi termina su período con la tranquila satisfacción de una misión cumplida, por ahora.