La Reina Victoria alguna vez comentó “no nos interesa considerar la posibilidad de una derrota”. Pero, para los creadores de imperios en el mundo corporativo, el fracaso es algo demasiado común. El 5 de agosto, el octogenario australiano Rupert Murdoch retiró la oferta no solicitada de 21st Century Fox por Time Warner. El acuerdo hubiese tenido un valor de al menos US$ 70.000 millones y habría creado un gigante mediático. Horas más tarde Softbank, un conglomerado japonés dueño de Sprint, una firma de telecomunicaciones estadounidense, abandonó sus esfuerzos para comprar el control de T-Mobile, otra operadora en Estados Unidos, con un valor corporativo de más de US$ 30.000 millones.
En 2014 ya ha habido otras dos negociaciones frustradas –la fallida oferta de Pfizer por su rival farmacéutica, AstraZeneca, valuada en US$ 125.000 millones, y la unión de Publicis y Omnicom. Las dos agencias de publicidad estaban supuestamente envueltas en una imposibilidad lógica: una fusión amigable franco-americana entre iguales. De hecho, sus directores ejecutivos peleaban como perros y gatos. En total, ofertas estimadas en US$ 390.000 millones han sido retiradas o terminadas en lo que va de 2014.
Eso es inmenso en términos absolutos, a pesar de que refleje en parte un alza en las fusiones y adquisiciones este año. Típicamente 10% a 20% de los acuerdos propuestos termina en llanto, y este año no ha sido la excepción. Las compañías usualmente se exceden de dos maneras. En primer lugar, proponen combinaciones que molestan a los reguladores. Pese a los apasionados llamados de Masayoshi Son, el fundador de Softbank, los reguladores estadounidenses no estaban impresionados por sus planes de reducir el número de operadores de telefonía móvil de cuatro a tres. Y en segundo lugar, proponen acuerdos que ponen a prueba los límites de sus balances y la paciencia de los inversionistas.
Murdoch ofrecía una premio por compra de aproximadamente US$ 20.000 millones, más del valor capitalizado de los ahorros de costos que podrían haber sido alcanzado, sugiriendo que el acuerdo podría haber destruido valor para sus accionistas. Reflejando esta situación, el precio de sus propias acciones cayó de manera sostenida, reduciendo el valor de los títulos ofrecidos a Time Warner. Si Murdoch decidiera hacer una nueva oferta, tendrá que encontrar una forma de profundizar en los ahorros de costos. Luego de que la junta directiva de Astra rechazara la oferta el 26 de mayo, el apetito de los accionistas de Pfizer por una oferta mejorada es limitado, aunque la firma estadounidense no ha descartado nada. Tradicionalmente, cuando un acuerdo falla, todos pretenden que nada realmente ha cambiado. De este modo, Murdoch declaró que “21st Century Fox nunca había tenido un futuro tan promisorio”, mientras que Son comentó, que su “foco para seguir avanzando será convertir Sprint en el carrier más exitoso”.
Pero, la verdad es que las transacciones fallidas generalmente tienen consecuencias que trascienden. Las firmas que han sido blancos de compra que levantan ambiciosos pronósticos como parte de su estrategia de defensa tienen la dura tarea de cumplir esas expectativas. Astra dijo que esperaba que sus ventas casi se duplicaran para 2023 pese a estar estancadas hoy. La recompra de acciones es una forma de conseguir cierta fidelidad. Las acciones de Time Warner cayeron 13% el día después de la salida de Murdoch. Ahora planea recomprar US$ 5.000 millones de sus acciones, 8% del total. Del otro lado, el comprador frustado podría ocasionalmente darse cuenta que esquivó una bala. Si el banco británico Barclays hubiera logrado comprar a su rival holandés, ABN AMRO, en 2008 por US$ 92.000 millones habría comprometido un suicidio corporativo. Royal Bank of Scotland, que le ganó la puja, terminó siendo nacionalizado.
Pero, usualmente un acuerdo fallido de un gigante daña la credibilidad de su administración y de la coherencia de su estrategia. El 6 de agosto, Sprint informó la salida de su director ejecutivo, Daniel Hesse. Los errores en compras han manchado otras carreras. Jack Welch, de General Electric, arruinó su reputación al no lograr la compra de Honeywell como un último éxito antes de su retiro en 2001. Los reguladores europeos bloquearon el acuerdo. Marius Kloppers, una joven estrella que se convirtió en director ejecutivo de una de las compañías mineras más grandes del mundo, BHP Billiton, en 2007, perdió su rumbo tras tratar de comprar de su archienemigo, Rio Tinto, por US$ 155.000 millones en 2008 y luego en 2010 a la oscura Potash Corp por una cifra nada de oscura de US$ 43.000 millones. Para 2013 ya había dejado BHP.
La reciente ola de acuerdos fallidos podría alentar a otras firmas a ser más cuidadosas. La toma de control anunciada el 6 de agosto de Alliance Boots, una cadena farmacéutica británica, por parte de Walgreens, su contraparte estadounidense, fue un asunto poco feliz. Walgreens bajó su proyección de ganancias; y en respuesta a la creciente preocupación en Estados Unidos sobre las firmas que usan las adquisiciones para cambiar sus sedes tributarias al extranjero (“reversión de impuestos” como son conocidos), también renunció al plan de usar el acuerdo para mover su domicilio a Europa.
Para los “predadores” fallidos y sus presas que escaparon de un acuerdo, la clave para recuperar su impulso es demostrar un desempeño operacional más fuerte. Si las ganancias van en aumento, los inversionistas, trabajadores y clientes podrían perdonar casi cualquier cosa. En 2010, Prudential, una aseguradora británica activa en Asia, sufrió una humillante derrota cuando sus propios accionistas se rebelaron contra la oferta de
US$ 36.000 millones por la compra de AIA, su rival en Hong Kong. Pero, desde entonces el jefe de Prudential, Tidjane Thiam, ha reconstruido su reputación de manera espectacular al duplicar las ganancias operacionales.
Bajo estas consideraciones, las perspectivas son inquietantes para algunos de los recientes negociadores fallidos. Las ganancias subyacentes antes de impuestos de Pfizer cayeron 25% el trimestre pasado. El brazo de telefonía móvil estadounidenses de Softbank perdió dinero el año pasado y está perdiendo clientes. Publicis dijo en julio que sus ganancias serían más bajas de lo esperado. Su jefe, Maurice Lévy, admitió que la agencia de publicidad había “distraída”.
Para los directores ejecutivos, el esfuerzo de las operaciones del día a día es miserable comparado con el glamour y la gratificación del mundo de las adquisiciones y fusiones. Pero ellos pueden dan por seguro que si fracasan tanto en cerrar un acuerdo como en la tarea mundana de incrementar las ganancias, sus accionistas, al igual que la Reina Victoria, no van a estar contentos.