La vida en Caracas: No hay tráfico ni furia en las vías y eso es horrible
El periodista Andrew Rosati, de Bloomberg, cuenta cómo ha cambiado la ciudad que solía estar inmersa en el ruido y el smog. A su juicio, lo que era un dolor de cabeza, hoy sería señal de buenos tiempos.
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Nota del editor: Hay pocos lugares tan caóticos o peligrosos como Venezuela. "La vida en Caracas" es una serie de historias cortas que buscan capturar la surreal calidad de la vida en una tierra en total desorden.
Una de las cosas que más extraño de hace unos años es que llegar 45 minutos tarde a un lugar era tan generalmente aceptado como llegar a tiempo. Los atascos en el tráfico eran grandes ecualizadores, desordenes absurdos de autos, camiones y autobuses que no conducían a ninguna parte y que hacían miserable el viaje de todos. Incluso si alguien no iba a bordo de un vehículo, no podía evitar el agotamiento y el ruido.
Ahora puede ser hasta sereno en plena hora punta. Y, aunque es lindo caminar por la avenida Francisco Miranda en la mañana y escuchar los loros salvajes graznar, estoy nostálgico por el atasco. El hecho de que un taxi me pueda llevar desde La Castellana al centro de la ciudad en menos de 15 minutos, me recuerda cómo Caracas se está vaciando, lo imposible que es para los mecánicos encontrar repuestos, y cómo la bencina más económica del mundo no tiene valor si no hay un tanque en el cual verterlo.
Las motos están desapareciendo junto a los embotellamientos. Para mí, Caracas era mejor navegable a bordo de dos ruedas. Cruzar a toda velocidad entre las pistas y en contra del tráfico –incluso sobre las veredas cuando fuese necesario- los mototaxis eran alternativas increíbles. Las señales de tránsito son meras sugerencias en el mundo de las motos. Me encantó, por la emoción y por la oferta a veces exitosa de puntualidad.
Ahora, "no hay tráfico, no hay efectivo, no hay nada", dijo Pastor Colmenarez, de 41 años, jefe de un puesto de motos en el este de Caracas. Su equipo es otra víctima de la crisis económica. El año pasado, su línea tenía 15 motociclistas; hoy hay cuatro. Muchos han dejado de conducir porque no pueden mantener sus motos o porque las empresas se fueron al sur, o simplemente abandonaron el país para emigrar a Argentina, Chile, Colombia o Perú.
La insensata inflación ha hecho, curiosamente, que los bolívares sean productos escasos, así que la mayoría de los conductores que conozco todavía están intentando que funcione el negocio dependen de las transferencias bancarias de una lista limitada de clientes regulares. También puedes tomar un viaje y pagar con una cajetilla de cigarros o alimentos básicos como plátanos y harina de maíz. Realmente, sin embargo, no hay necesidad de arriesgar tu vida para cruzar la ciudad. En estos días, la gente aún puede llegar tarde, pero solo por hábito cultural.
Colmenarez dijo que va a aguantar; sin embargo, desde que alguien robó la batería de su moto, ha tenido que iniciar cada viaje empujando el vehículo. Está comprometido, pero sabe que no será duradero. "Muy pronto", dijo, "todos estaremos a pie".