Azur: La apuesta de Guilisasti por los espumantes en el Limarí
Elaborados bajo el método tradicional y próximo a lograr su certificación como orgánico, la viña está abriendo mercados en el segmento de alta gama.
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En un enclave de unas 27 hectáreas del valle del Limarí, en la Región de Coquimbo, se está gestando un proyecto que busca darle un nuevo estatus a los espumantes de factura nacional, en el competitivo mercado de los productos premium.
Se trata de viña Azur, la primera casa especializada en método tradicional de Chile, dedicada exclusivamente a la elaboración de espumantes, que nació hace cinco años de la mano de Rafael Guilisasti, junto a sus socios italianos Stefano Rossi y Fabio Mascialino.
A tres años de haber realizado su primera cosecha, por estos días están en la segunda etapa del proyecto, donde con Sofía Guilisasti, responsable de la comercialización e imagen; Francisco Molina, en el área comercial; y el enólogo italiano Carlo Franchini, se busca consolidar la apuesta.
“Se optó por Limarí porque tiene una mineralidad muy atractiva, potenciaba mucho lo que es la base de nuestros vinos y era muy favorable para la producción Pinot Noir y Chardonnay”, dice Guilisasti, y añade que una de las cosas que los diferencia es que todas sus uvas las cosechan muy temprano, en la primera quincena de enero, para que tengan el menor grado alcohólico posible.
Producir una botella de espumante premium bajo el método tradicional, que es uno de los sellos distintivos de esta apuesta, tarda 36 meses, considerando desde que se cosecha la uva hasta que se coloca la etiqueta.
Esta técnica implica que el vino base que se utiliza pasa por varias fases de fermentación y a medida que avanza el proceso se le van agregando elementos como el licor de tiraje, una mezcla de azúcar y levaduras.
Luego se hace el removido, cuando las botellas se colocan de forma semi horizontal. “De ahí para adelante empieza el período más complejo, que es el reposo del ya producido espumante con sus levaduras, y eso toma en nuestros productos 24 meses”, relata. En un proceso manual, las botellas se van girando durante cada tres o cuatro semanas.
Orgánicos a conquistar mercados
Guilisasti detalla que el proyecto ha ido creciendo y “nos falta por plantar alrededor de seis hectáreas de Chardonnay y ahí estaríamos terminados”. Revela, además, que hace tres años vienen dándole un valor agregado a la viña, ya que con las buenas características climáticas del Limarí decidieron ser orgánicos.
“Tenemos dos cosechas en transición, la de este año y la del pasado, y la próxima (2018) es plenamente orgánica (porque tendrán la certificación), lo cuál va a ampliar nuestros mercados”, dice el empresario y asegura que este año esperan producir entre 35 y 40 mil botellas.
¿A cuánto aspiran llegar? Lo máximo es 60 mil botellas. Por lo menos por los próximos cuatro años no hay planes de crecimiento territorial, “porque estamos diseñados para esto y creemos que podemos cubrir bien nuestro mercado”, dice sobre el proyecto en el que junto a sus socios ha invertido US$ 6 millones.
Hoy día la gran parte de la producción se queda en Chile (80%) y la exportación va directo a China, Japón y Corea. “Cuando seamos orgánicos se nos abrirán nuevos mercados como los países nórdicos, Brasil y Canadá. Sin embargo, al final si exportas a muchos países, con el tema de impuestos llegas a casi el mismo precio que el champagne (francés), por eso hay que saber bien a qué países exportar”, agrega Molina.
Reconocen que no quieren trabajar con otras cepas, ya que pretenden atenerse a lo tradicional, “que por mucho tiempo ha dado buen resultado”, dice el empresario.
Azur: Afganistán y Limarí
El desarrollo de los productos que a la fecha poseen y sus conceptos de marca estuvieron a cargo de Sofía Guilisasti. Azur, dice, está inspirada en el lapislázuli que sólo se encuentra en Afganistán y Limarí. “Mientras que Gemma, nuestro segundo producto, está basado en la combarbalita, que es la otra piedra semi preciosa también de Chile. Al final tenemos un juego con las piedras, que además tiene algo de lujo y hace relación con el mundo de los espumantes”, explica.
La hija del empresario cuenta que “toda la venta nacional la hacemos de manera directa”, decisión que pasa porque aún el mercado que compra espumantes de alta gama es acotado, ya que una botella de Azur está por sobre los $ 20.000, “entonces preferimos manejar a todos los clientes bien”.
No obstante, uno de los desafíos que tienen por delante es mejorar “la distribución y también crecer junto a la distribuidora”, complementa Molina.