Rara avis
A mediados del año pasado un trabajador de la sanitaria ESSAL olvidó (the Chilean way) cerrar unas válvulas del estanque de combustible de la planta provocando un derrame de petróleo en Osorno. La historia comenzó a terminar esta semana con la venta de Essal a la canadiense Algonquin Power. Hay que reconocer que esta vez el gobierno se movió con firmeza y sagacidad política.
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Si hay algo que no se debe dejar pasar en Netflix estos día es el documental “Una vida en nuestro planeta” de David Attenborough. El naturalista y célebre divulgador científico británico ha realizado un documental que se suma a la saga iniciada a fines de la década de los 70 con “La vida en la Tierra” que lo hizo reconocido y respetado en el mundo entero. Esta vez Attenborough hace de esta producción su testimonio más personal hilvanando en forma delicada su extraordinario trabajo de difusión a lo largo de los años con la amenaza actual que significa el cambio climático para la vida de los seres humanos en los términos que la hemos conocido hasta ahora. Después de todo, el hombrón tiene 94 años y si bien se ve envidiablemente impeque, sabe que puede ser una de las últimas ocasiones para que su advertencia llegue a sus fieles seguidores a nivel global.
La producción está plagada de imágenes y tomas de alucinante belleza a las cuales nos tiene acostumbrados Attemborough, pero su fortaleza principal no radica ahí. El documental es un verdadero thriller, donde se nos expone con datos muy simples y claros la catástrofe que está a la vuelta de la esquina (si es que ya no pasamos ese punto). Lo interesante es que no lo hace desde la altisonancia o la superioridad moral de la simple denuncia sino que el británico plantea salidas y soluciones concretas para la humanidad en este brete mayor en que se encuentra.
A mediados del año pasado (que con todo lo que ha pasado parece más bien una década) un trabajador de la sanitaria ESSAL olvidó (the Chilean way) cerrar unas válvulas del estanque de combustible del generador de la planta provocando un derrame de petróleo que se tradujo en un largo corte de agua para más de 50.000 personas de Osorno. Lo que siguió fue previsible, comprensible indignación ciudadana frente a la negligencia de la empresa y fuerte presión sobre el gobierno para caducar la concesión de la compañía lo que sin duda era muy popular, pero abría una puerta difícil de cerrar como otras puertas que se han abierto.
La historia comenzó a terminar esta semana con la venta de Essal a la canadiense Algonquin Power. Es bastante evidente que Suez vendió Essal obligado por la presión del gobierno que se lo dejó como única alternativa posible. A efecto de la institucionalidad es un final feliz (que falta que nos hacen los finales felices), especialmente si se considera que todo pintaba para que el caso Essal terminara en el despeñadero de la judicialización. Hay que reconocer que esta vez el gobierno se movió con firmeza y sagacidad política (rara avis).
Son esos mismos elementos, pero a gran-gran escala los que requerimos de nuestros líderes mundiales a la hora de implementar medidas que tuerzan el destino que nosotros mismos hemos forjado hacia el desastre ecológico. El diagnóstico es claro y está en la mesa, el tremendismo apocalíptico no nos va a llevar a ninguna parte, es la hora de los grandes políticos quienes presionados por una ciudadanía informada y alerta busquen un camino frente al inminente desastre. Si usted está preocupado por el cambio climático, vea el documental, si usted es de los escépticos, vea el documental acompañado de gente joven.