Editorial

Sostenibilidad de la Educación Superior

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Durante esta semana, se está realizando el proceso de postulación a las instituciones de educación superior. Nuestro ecosistema de Educación Superior exhibe una amplia heterogeneidad, donde coexisten universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica que deben presentarse, en algún momento, ante la instancia de acreditación, para así demostrar la consistencia entre el plan institucional y los recursos disponibles para su cumplimiento en un horizonte sostenible. Esto es particularmente desafiante en un sistema donde no es habitual que las instituciones tengan un endowment, esto es un fondo permanente de capital, muy habitual en el ecosistema anglosajón, que permite dar solidez y continuidad en el tiempo a las actividades de la institución. De esta manera, la sostenibilidad del ecosistema está bajo atento análisis de la autoridad, en particular de la Superintendencia de Educación Superior.

Más que una apreciación técnica existió el voluntarismo ideológico de que el Estado debía cumplir un rol en el sistema, a pesar de la abundante información que desaconsejaba ese camino.

En este contexto, gobiernos previos impulsaron una mayor participación estatal a través de la creación de universidades y Centros de Formación Técnica estatales, los cuales exhiben resultados disimiles. Uno de los ejemplos más notorios lo constituye la Universidad de Aysén, donde no solo se vulneraron todos los indicadores de gestión, sino que también se ha observado la fragilidad del gobierno universitario.

En el caso de los 15 CFT estatales también se observan dificultades financieras relevantes dada la baja matricula y la ausencia, debido a ello, de una escala de operación sostenible. En estos casos, probablemente, una adecuada evaluación de proyectos hubiera revelado la fragilidad de las futuras instituciones estatales, evitando la puesta en marcha de establecimientos hoy agónicos.

En los casos señalados, más que una apreciación técnica existió el voluntarismo ideológico de que el Estado debía cumplir un rol en el sistema, a pesar de la abundante información que desaconsejaba ese camino. Hoy los contribuyentes deberán financiar estas aventuras, tal como lo han sido en innumerables otros casos.

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