El tema de la energía nuclear crea acaloradas críticas cada vez que se aborda en la escena nacional. Así fue cuando el tema salió durante el gobierno de Michelle Bachelet -pese a que se dejó en claro que no se tomaría ninguna decisión al respecto- y así ha sido durante la actual administración, que tampoco ha tomado un camino definitivo en el tema.
De hecho, hasta ahora se han dado pasos que no implican para nada una decisión sobre la materia, pero la crítica no se ha dejado esperar. Es que la emergencia en las centrales japonesas a causa del terremoto del viernes pasado abre la instancia perfecta para que los detractores de la energía nuclear continúen su arremetida. A ello se suma la presión que diversos grupos ecologistas comenzaron a dar a nivel internacional para terminar con el uso de este tipo de energía.
Si bien las aprensiones respecto a los riesgos que pueden representar centrales nucleares el países sísmicos como el nuestro son atendibles, sería deseable que pese a los sucesos en Japón no se dejara de lado el debate de fondo que necesariamente debe darse en Chile respecto a la utilización de la energía nuclear.
Dicha discusión obviamente que debe considerar las particularidades de nuestro país, ya que tal como lo señala el ministro de Energía, Laurence Golborne, no es lo mismo enfrentar el desarrollo nuclear en un país sísmico como Chile que en uno que no lo es. De hecho, en el largo plazo ese mismo análisis podría dar cuenta que la energía nuclear no es recomendable para un territorio como el nuestro.
Pero es necesario recalcar que este debate no puede separarse del tema de fondo, que es la matriz energética que Chile necesita para los próximos años si es que quiere convertirse en un país desarrollado, lo que implica el desafío de duplicar la capacidad energética en los próximos diez años, tal como se lo ha planteado la administración de Sebastián Piñera.
Lo único cierto en todo este debate es que el país necesita soluciones energéticas que le permitan sustentar el crecimiento que se proyecta para los próximos años. Como resulta obvio, esta discusión debe considerar lo que sea más conveniente para el país no sólo en términos de costos, sino que también en materia de seguridad, a lo que se suma un criterio de sustentabilidad.
Por ello, cerrarse a priori al uso de una determinada energía, sea ésta la nuclear o la implementación de nuevas centrales termoeléctricas, por ejemplo, empequeñece no sólo a quienes toman parte de esa discusión sino que al país en su conjunto.