Una de las frases favoritas de los republicanos sobre el liderazgo de Barack Obama ha sido, hacer buenos discursos está muy bien. Pero lo que cuenta es cómo gobiernas. Es verdad, como un desconcertado Partido Republicano está descubriendo. Cuando el nuevo congreso se reúna hoy, con una semana de retraso por los asesinatos en Arizona, los republicanos controlarán la Cámara de Representantes. Una mayoría en la cámara es menos de la mitad del camino para estar a cargo en Washington. Nada de lo que la cámara decrete ocurrirá a menos que el senado y el Presidente apoyen. Aún así, controlar la cámara requieren que el partido proponga y no tan sólo se oponga.
Esto es algo que los republicanos pueden haber olvidado cómo hacer. Incluso antes de que empezaran a intentarlo, están sonando un poco aturdidos. El núcleo del problema es que durante la elección, el Partido Republicano hizo una serie de promesas incumplibles sobre recortes, gasto público y endeudamiento. Los partidarios del Tea Party lo forzaron y los insurgentes no se han ido. Permanecen como una fuerza potente, determinada a resistir cualquier retroceso. Pero si se implementa completamente su agenda de desmantelar al gobierno es un suicidio político, y los líderes del partido lo saben. La nueva mayoría no puede complacer a los estridentes conservadores en la derecha del partido, sin repeler a los moderados cuyo apoyo será necesario para vencer a Obama en 2012.
Para tener cualquier esperanza de llevar esto adelante, los líderes del partido necesitarán espacio de maniobra política. De alguna manera se tendrán que cumplir los compromisos del presupuesto. Pero espacio de maniobra es exactamente lo que los alardes y exageradas certezas de los Republicanos hasta la fecha descartan.
El primer punto en la agenda de la nueva cámara es rechazar la ley de salud de los demócratas. Esto se puede considerar una iniciativa heredada: una instancia perfecta de oposición sin sentido enmascarada como gobernar. El senado difícilmente lo ratificará y el presidente seguramente lo vetará. Una oposición republicana seria buscaría formas de mejorar la ley en lugar de abolirla.
La ley de salud ciertamente necesita mejoras, y existen áreas para posibles acuerdos, como la responsabilidad civil médica, por ejemplo. Pero el gran gesto vacío está primero. En salud, el Partido Republicano está haciendo campaña, no gobernando. El electorado podría perdonar un voto de protesta contra la ley de Cuidado de Salud Asequible. La reforma aún es impopular. La actitud del país bien podrá ser: No hace ninguna diferencia, pero exponen su punto. No obstante, la indulgencia para este tipo de oposición difícilmente dura. Los puntos decisivos en el presupuesto se están acercando, y aunque a los republicanos les guste o no, la iniciativa en el caso de los impuestos y el gasto le pertenece a la Cámara.
Luego, en algún momento en la primavera (boreal), el endeudamiento público chocará contra el techo de deuda establecido por ley. El congreso debe votar subir el tope, o el gobierno caerá en default. De nuevo, los republicanos pensaron usar esto para intimidar a la administración. Atiendan nuestras demandas de gastos o los boicoteamos. Esa era la idea. Los verdaderos creyentes del Tea Party pueden estar celebrando ante la perspectiva de la próxima Batalla sobre el Techo de la Deuda, pero los líderes del Partido Republicano le temen. Boicotear al gobierno es un botón que no se atreven a apretar. Una vez lo hicieron, durante la administración Clinton, y salieron perjudicados: el boicot reflotó a la presidencia de Clinton. Hacerlo en 2011, con la economía en baja y los mercados financieros todavía nerviosos, sería el colmo de la irresponsabilidad. Sería apostar la recuperación sólo para ilustrar su punto. Esta vez, vendría la aniquilación política.
Deben evitarlo, pero cómo pueden dar marcha atrás sin que parezca como una retirada? Mi recomendación es sencilla: no pueden. Los republicanos deben moderar su afán por recortar el gasto discrecional mucho y muy pronto; necesitan defender reforma de salud y a la seguridad social más moderada y de largo plazo, y deben avanzar en reformas de tributarias que elevarán los ingresos sin incrementar aún más alto las tasas de impuestos marginales. Mientras antes empiecen la retirada mejor. De otra manera, caerán.
Esto es algo que los republicanos pueden haber olvidado cómo hacer. Incluso antes de que empezaran a intentarlo, están sonando un poco aturdidos. El núcleo del problema es que durante la elección, el Partido Republicano hizo una serie de promesas incumplibles sobre recortes, gasto público y endeudamiento. Los partidarios del Tea Party lo forzaron y los insurgentes no se han ido. Permanecen como una fuerza potente, determinada a resistir cualquier retroceso. Pero si se implementa completamente su agenda de desmantelar al gobierno es un suicidio político, y los líderes del partido lo saben. La nueva mayoría no puede complacer a los estridentes conservadores en la derecha del partido, sin repeler a los moderados cuyo apoyo será necesario para vencer a Obama en 2012.
Para tener cualquier esperanza de llevar esto adelante, los líderes del partido necesitarán espacio de maniobra política. De alguna manera se tendrán que cumplir los compromisos del presupuesto. Pero espacio de maniobra es exactamente lo que los alardes y exageradas certezas de los Republicanos hasta la fecha descartan.
El primer punto en la agenda de la nueva cámara es rechazar la ley de salud de los demócratas. Esto se puede considerar una iniciativa heredada: una instancia perfecta de oposición sin sentido enmascarada como gobernar. El senado difícilmente lo ratificará y el presidente seguramente lo vetará. Una oposición republicana seria buscaría formas de mejorar la ley en lugar de abolirla.
La ley de salud ciertamente necesita mejoras, y existen áreas para posibles acuerdos, como la responsabilidad civil médica, por ejemplo. Pero el gran gesto vacío está primero. En salud, el Partido Republicano está haciendo campaña, no gobernando. El electorado podría perdonar un voto de protesta contra la ley de Cuidado de Salud Asequible. La reforma aún es impopular. La actitud del país bien podrá ser: No hace ninguna diferencia, pero exponen su punto. No obstante, la indulgencia para este tipo de oposición difícilmente dura. Los puntos decisivos en el presupuesto se están acercando, y aunque a los republicanos les guste o no, la iniciativa en el caso de los impuestos y el gasto le pertenece a la Cámara.
Luego, en algún momento en la primavera (boreal), el endeudamiento público chocará contra el techo de deuda establecido por ley. El congreso debe votar subir el tope, o el gobierno caerá en default. De nuevo, los republicanos pensaron usar esto para intimidar a la administración. Atiendan nuestras demandas de gastos o los boicoteamos. Esa era la idea. Los verdaderos creyentes del Tea Party pueden estar celebrando ante la perspectiva de la próxima Batalla sobre el Techo de la Deuda, pero los líderes del Partido Republicano le temen. Boicotear al gobierno es un botón que no se atreven a apretar. Una vez lo hicieron, durante la administración Clinton, y salieron perjudicados: el boicot reflotó a la presidencia de Clinton. Hacerlo en 2011, con la economía en baja y los mercados financieros todavía nerviosos, sería el colmo de la irresponsabilidad. Sería apostar la recuperación sólo para ilustrar su punto. Esta vez, vendría la aniquilación política.
Deben evitarlo, pero cómo pueden dar marcha atrás sin que parezca como una retirada? Mi recomendación es sencilla: no pueden. Los republicanos deben moderar su afán por recortar el gasto discrecional mucho y muy pronto; necesitan defender reforma de salud y a la seguridad social más moderada y de largo plazo, y deben avanzar en reformas de tributarias que elevarán los ingresos sin incrementar aún más alto las tasas de impuestos marginales. Mientras antes empiecen la retirada mejor. De otra manera, caerán.