Un mejor aire para nuestros hijos
Porque un país en vías de desarrollo no tiene por qué tener un aire de país subdesarrollado
Chile ha dado dos pasos gigantes hacia el desarrollo sustentable con la publicación de las normas ambientales más importantes de la última década. La primera, la norma de calidad de aire de material particulado fino MP2.5, que tiene por objeto proteger la salud de la ciudadanía expuesta a este contaminante. La segunda, una norma para regular las emisiones de las termoeléctricas, que además de ser complementaria a la norma de MP2.5, también es un importante rayado de cancha para nuestro creciente parque de generación termoeléctrico.
Hasta hoy las centrales termoeléctricas proyectadas sólo debían demostrar que cumplían una norma de calidad para MP10 más tolerante, lo que producía que éstas podrían tener grandes niveles de emisiones y cumplir la normativa vigente.
Hoy se han establecido estándares mínimos de emisión basados en la tecnología disponible, el que debería cumplirse en cualquier lugar del territorio nacional. Los valores se han tomado basados en estudios económicos y técnicos acuciosos.
Se ha conversado con el sector regulado, escuchando sus inquietudes respecto de los plazos requeridos para cumplir las normas. Se incorporaron criterios que balancean los costos en los que incurrirá el sector regulado, tanto así como los beneficios que tendrá la ciudadanía al exponerse a menores niveles de contaminantes. Las normas en su conjunto traerán tres veces más beneficios que costos, demostrando lo que la mayoría de los chilenos cree: que el avance ambiental es perfectamente compatible con el desarrollo económico.
Serán muchas las muertes evitadas, miles los ataques de asma evitados, y una gran cantidad de días de trabajo que recuperaremos si cumplimos estas normas. Serán, asimismo, miles los empleos verdes generados por las empresas cuyos servicios permitirán cumplir las normativas.
Estas normativas son el primer paso, la definición de una hoja de ruta hacia el aire limpio. Para poder llegar a la meta es necesario entender que todos los sectores económicos contribuyen a la contaminación atmosférica. Históricamente ha sido la industria la que ha sido objeto de las mayores regulaciones, y por tanto ha sido la que más ha reducido sus emisiones de contaminantes locales, aunque queda camino por recorrer.
Queda aún por delante el desafío de reducir emisiones del sector de transporte y del sector residencial. En este último sector se han desarrollado importantes esfuerzos recientemente, como el ambicioso programa de recambio de estufas de leña en el sur, o mejoras en el aislamiento térmico de las casas.
Sabemos adonde hay que llegar, pero para lograr un aire limpio debemos entender que somos todos responsable de la contaminación, por la forma en que nos calefaccionamos, transportamos, iluminamos, o por los productos que compramos.
Hay ejemplos de que es posible lograr importantes avances, como es el caso de Santiago, que ha reducido desde el año 89 en casi 64% el MP2.5 anual, teniendo el año 2010 como el más limpio desde que se mide ese contaminante. Es necesario replicar esos esfuerzos para poder lograr lo mismo en otras ciudades, y seguir trabajando en Santiago.
Porque un país en vías de desarrollo no tiene por qué tener un aire de país subdesarrollado. Porque nuestros hijos se merecen el mejor aire que les podemos entregar. Una economía saludable requiere de un país saludable.