Opinión

Salir a pescar, el precio de Facebook

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Cuando todavía los ojos del mundo están perplejos por los alcances que ha supuesto para Estados Unidos el destape de Wikileaks, cuando las excusas entre gobernantes van y vienen y este volador de luces tecnológico parece no tener límites, las miradas de quienes saben de negocios vuelven a poner a Facebook, la creación de un universitario Mark Zuckerberg, en el lugar que le corresponde.



Se hizo justicia. Todo parecía indicar que los medios de comunicación se inclinarían a elegir como personaje del año al travieso hacker Julian Assange, célebre por las filtraciones pero recientemente la revista Time dedicó su portada al joven prodigio que hace seis años sacudió nuestras vidas con su red social.

El negocio de Facebook reporta hoy a la vieja escuela de Goldman Sachs un mundo de desafíos. El banco está recaudando US$ 1.500 millones entre sus clientes para invertir en la red social mientras pone US$ 450 millones de su bolsillo. Al igual que Morgan Stanley con Groupon, la empresa online de cupones de descuento, parece una operación clásica de banca de inversión. Sin embargo, con estas empresas los bancos podrían encontrarse en una galopada desbocada.

Lo que comenzó como una broma en el campus de Harvard, donde entonces cursaba el segundo año de una carrera que nunca terminó, acabó siendo el invento más revolucionario de los últimos tiempos. Si alguien quiere salir a pescar, sin duda los peces más gordos están detrás de un proyecto con sentido, resultados y una balanza que se inclina hacia las cifras millonarias.

Los inversionistas esperan un alto crecimiento -y beneficios muy superiores a la medi -, con la valoración de Facebook. Es cierto que muchos se burlaron de la valoración de US$ 15.000 millones que se le atribuyó hace tres años tras la inversión de Microsoft. Pero cualquier señal de que se está desacelerando crearía muchos dolores de cabeza a Goldman. Pertenezco a la familia de Facebook y he visto en su actividad y capacidad de no quedarse quieta la genialidad del controvertido Zuckerberg, que sin duda se merece este reconocimiento por un concepto extraordinario que define a su generación: la naturalidad con la que hoy cualquiera mayor de cuatro años maneja un computador.

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