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Opinión

Educación “superior”: botando la plata

Jorge Quiroz

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 10 de mayo de 2013 a las 05:00 hrs.

Las carreras que imparte nuestro sistema de educación superior son más largas de lo necesario y muchas de las materias que se enseñan no son las más relevantes. Los ejemplos abundan y remecen el sentido común.



Partamos por Pedagogía en Matemáticas. Se necesitan buenos profesores de matemáticas que les ayuden a los alumnos a mejorar los siempre paupérrimos puntajes de la PSU. El problema es que los que estudian pedagogía en matemáticas no son los que se sacaron los mejores puntajes en la PSU. Por ejemplo, a pedagogía en matemáticas en la Universidad Católica de Valparaíso, se entra con sólo 560 puntos, similar a lo que ocurre en otras instituciones. Se esperaría entonces que a estos postulantes a profesores se les enseñe, al menos en los primeros tres semestres, toda la matemática elemental de enseñanza media que desconocen, para que así puedan ellos entonces enseñarles a otros alumnos a sacarse mejores puntajes que los que ellos mismos obtuvieron; después de todo, 560 puntos en la prueba equivalen a menos del 50% de las respuestas correctas. ¿Parece obvio no? Pero no es así. La malla curricular de la carrera en comento abunda en Cálculo y Análisis Real así como en otros ramos de dudoso sentido práctico para un profesor de enseñanza media: “Epistemología Matemática”, “Psicología Social Aplicada”, “Identidad Profesional Docente”, etc. En otros planes curriculares como los de Pedagogía en Matemáticas de la Universidad de Chile, a corto andar los alumnos deben estudiar Cálculo en Varias Variables, Tópicos en Ecuaciones Diferenciales, Teoría de Números y otros, todas materias útiles acaso para formar a un matemático pero de muy poca pertinencia para un profesor de un liceo municipal. Es fácil imaginar una malla alternativa más eficiente donde en el primer año nos aseguremos que estudiantes de 560 puntos se vuelvan capaces de formar alumnos de 800, para de ahí entregar un breve vistazo de las matemáticas superiores, todo lo cual podría hacerse en tres años. Pero no; las carreras duran nueve o diez semestres y lo que se enseña no sirve al propósito principal.

Algo similar puede decirse de mi propia profesión, Ingeniero Comercial con Mención en Economía. La carrera podría hacerse en cuatro años en vez de cinco. La malla curricular de la Universidad de Chile contempla cinco ramos semestrales de Macroeconomía e igual número de ramos de Microeconomía. Por más que pienso, no se me ocurre cómo podría llenar esos cinco semestres como no sea cediendo al capricho de agregar obscuros y recónditos tópicos de mis propias y particulares preferencias, o bien repitiendo una y otra vez los mismos conceptos.

Desafortunadamente, tampoco se libran de este síndrome las carreras técnicas. El Instituto AIEP, por ejemplo, dicta la carrera de “Técnico en Cosmetología”. ¿Cuánto cree que debiera tomar la enseñanza de la cosmetología? Si respondió seis meses, erró por un factor de más de cuatro. La carrera dura dos años completos, a lo que se suma proceso de titulación y cuesta la friolera de $160.000 mensuales. ¿Cómo se las ingenian para hacer durar dos años la enseñanza de la cosmetología? Fácil: agregando ramos. La malla curricular contempla materias como: “Estética y Sociedad”; “Estética Visual”; “Estética Corporal Contemporánea”, etc, todos de duración semestral. Huelgan comentarios. El ex ministro Beyer, que en su minuto se la jugó por el acorte de las carreras, hacía ver que los estudios técnicos en Chile duran 14 meses más que el promedio OCDE (considerando los alargues por reprobación de ramos).

En suma, estamos botando plata: millones de horas hombre, de gente joven, estudiando por largos años materias de dudosa utilidad, y endeudándose además para ello. Mientras la educación se la pagaba cada uno, éste era un asunto entre privados. Pero ahora que parece que va a ser gratuita, nos toca a todos preocuparnos de lo que está ocurriendo en nuestra educación “superior”. Después de todo, la que se va a botar es plata nuestra.

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