Un escenario de grandes desafíos se abre en Venezuela tras la jornada electoral del domingo que posicionó como nuevo presidente de la República a Nicolás Maduro, el heredero del movimiento impulsado por Hugo Chávez.
Aún bajo un clima de tensión que se presume perdurará días, las cifras definitivas del conteo -50,75% para el oficialismo y 48,98% para el líder opositor Henrique Capriles- sugieren el primer reto de carácter político, como es consolidar la gobernabilidad del país y, en esa medida, darle viabilidad a una convivencia pacífica en medio de una gran polarización. Una tarea que, por lo demás, requerirá de una oposición que entienda bien el rol que le cabe en una democracia donde su candidato logró incrementar con fuerza su apoyo.
Y a los retos políticos, en ningún caso menores, se unen los de carácter netamente económico, quizás donde la urgencia es tanto o mayor que en el primer caso. De hecho, a las visiones críticas de analistas externos y de la oposición se unió en los últimos días una misma ala del chavismo, que preparó un documento especial sobre la materia.
La idea es reformular políticas y relanzar la economía, en un contexto donde acusan un porcentaje general de escasez de bienes, un pronóstico de alta inflación para este año -de entre 30% a 33%-, una desaceleración del Producto Interno Bruto (PIB) y un necesario reordenamiento de las cuentas públicas. Todo estos elementos en un cuadro donde la devaluación del bolívar parece seguir en marcha y no se le ve un final previsible.
Como era previsible antes de las elecciones, la agenda económica es compleja y puede implicar un alto costo para los venezolanos.