Una gira con China en la mente
Obama visitará América Latina, pero con la mente bien puesta en China: en la porfiada mantención de sus rigideces cambiarias y en el importante espacio conseguido en sus relaciones con la región
La visita del presidente de Estados Unidos a Brasil, Chile y El Salvador (indiscutiblemente con Brasil como eje principal del viaje) tiene a otro país como trasfondo y receptor de buena parte de las señales que Obama busca enviar desde el extremo del continente. Se trata de China y, en particular, su política cambiaria.
Las autoridades económicas estadounidenses han probado de todo para convencer a los chinos sobre las ventajas de flexibilizar su sistema cambiario y, aunque los asiáticos han señalado alguna disposición a avanzar en este sentido, los cambios a la fecha son imperceptibles. La causa requiere aliados, pero el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, sabe que las grandes economías no están en condiciones de doblegar a nadie (y menos a un actor tan preponderante e influyente como China). Frente a ello, Washington vuelve la vista a las economías emergentes y, en particular, a sus vecinos del sur que también sufren las consecuencias de la guerra cambiaria, como la bautizaran los propios brasileros.
Ese aliado se llama Brasil, en particular ahora que Dilma Rousseff parece más convencida de las bondades de una relación fluida y constructiva con Estados Unidos, antes que continuar con la diplomacia alternativa de Lula. Asumir esta alianza también debiera suponer para Washington un cambio en su forma de relacionarse con América Latina en los últimos años. Distante de los conflictos en medio oriente o de la crisis económica europea, la región perdió posiciones en la agenda internacional de Estados Unidos, hasta un nivel que comenzó a alertar a los propios think tank del país del norte. Porque casi en la misma medida en que América Latina fue retrocediendo en las prioridades de Washington, sus economías vieron intensificadas las relaciones con la distante China. Como resultado, el gigante asiático no sólo domina buena parte del comercio exterior con la región, sino que también se convirtió en un inversionista directo de proporciones. Entre 2000 y 2009 tanto sus importaciones desde Latinoamerica como sus exportaciones a la zona crecieron sobre los US$ 30 mil millones y es el mayor socio comercial de Brasil y Chile. Los líderes asiáticos ofrecen a sus pares de América Latina relaciones comerciales simples y directas, buscan asegurarse una provisión importante de materias primas para continuar con su vertiginoso crecimiento y no parecen preocuparse por las cuestiones laborales, medioambientales o -como es de suponer- políticas, que suelen entrampar los acuerdos con Estados Unidos. Por eso que el viaje de Obama es relevante, porque Washington tiene competencia.