En medio del estancamiento económico, las presiones de Italia y Francia por aplazar sus compromisos de ajuste fiscal revivieron las voces que clamaban por el fin de la austeridad. Recuperar el dinamismo, decían, exige mayor estímulo fiscal. Y con los rendimientos de los bonos en mínimos históricos, los gobiernos se estaban financiando a condiciones ideales. ¿Por qué entonces no aprovechar de endeudarse?
La canciller alemana, Angela Merkel, sin embargo, insistía en la necesidad de seguir apretando el cinturón. Después de todo, recordaba, hace sólo unos pocos años que las dudas del mercado sobre la capacidad de los gobiernos europeos para financiarse prácticamente paralizaron al mercado del crédito provocando una severa crisis. Así, el argumento de Merkel recibió la semana pasada un fuerte espaldarazo, cuando los planes de Grecia de abandonar el rescate del FMI provocaron pánico en los mercados, contagiando a los bonos de España, Italia, Portugal, Francia e Irlanda.
El último episodio sirvió como un duro recordatorio de que el capítulo de la crisis de deuda europea no se podrá dar definitivamente por cerrado hasta que las economías menos competitivas de la región concreten las reformas prometidas para aumentar su productividad.