Esta semana, el Seminario Económico “Señales para Chile 2025”, organizado por Diario Financiero, con la colaboración de BICE, reunió a empresarios y expertos para debatir y compartir experiencias sobre lo que se espera para este año en la economía chilena. En un escenario en donde el Banco Central ha proyectado un mejor desempeño del crecimiento nacional, pero con alertas respecto de la inflación y la guerra arancelaria impulsada por Estados Unidos, los empresarios locales pusieron el acento en cómo mejorar las condiciones para un mejor desempeño en productividad y crecimiento. El común denominador es la incertidumbre.
Los inversionistas y el capital no responden a convicciones ideológicas, resumió durante el encuentro el presidente de CMPC, Luis Felipe Gazitúa, sino que se movilizan -o repliegan- de acuerdo con condiciones concretas, que tiene que ver con certeza jurídica, carga tributaria, estabilidad macroeconómica, productividad y eficiencia regulatoria. Así, cuando los líderes empresariales advierten que invertir en Chile es cada vez más difícil, no lo hacen como expresión de una opinión política, sino como señal de que hay elementos objetivos que traban el libre flujo de los capitales. Esto debería ser atendido y no ignorado por los tomadores de decisión de la política pública.
Lejos de ser lamentos, consignas o malos augurios -como suele decir el presidente Boric al criticar al empresariado-, las exposiciones fueron un diagnóstico compartido respecto del deterioro del entorno para invertir y crecer. A juicio de los expositores en el seminario, las condiciones para invertir en Chile hoy no son óptimas. Y no lo dicen en abstracto. La falta de seguridad en zonas productivas, la dificultad para obtener permisos y la ausencia de una política proinversión están llevando a empresas como Arauco a instalar sus proyectos más ambiciosos fuera del país.
El problema es que cuando la inversión se va, no se trata solo de fuga de capitales, sino que también se van el empleo, la innovación y el desarrollo territorial.
La economista Andrea Repetto, quien abrió el seminario, sostuvo que si bien Chile tiene una economía “resiliente”, capaz de recuperar las tendencias de crecimiento cada vez que afronta una crisis, el problema ha sido que ese crecimiento se ha logrado apunta de gasto y no de creación de mayor capital y productividad.
2025 asoma como un año de grandes riesgos por la creciente preocupación ante un escalamiento de la guerra comercial que desató la administración Trump y los actuales conflictos armados en Europa, que llevaron incluso a Ursula von der Leyen a recomendar a los ciudadanos europeos acumular reservas de alimentos y agua.
Chile es una economía abierta al mundo y, como tal, su fortaleza es la estabilidad, la confiabilidad de su mercado, de su sistema político y financiero. Lo que cabe es cuidar ese capital y reforzarlo sobre la base de políticas públicas procrecimiento y productividad que den predictibilidad a las inversiones. Eso es lo que pide el mundo privado y bien haría la política en tomar nota.