Tras una larga campaña que se extendió por 18 años, Rusia concretó ayer su ingreso a la Organización Mundial de Comercio (OMC), transformándose en el miembro 156 de esa instancia internacional.
Por este efecto, sus aranceles bajarán en promedio de 10% a 7,8%, beneficiando directamente al comercio minorista local, a los productores de metales y minería, y las empresas químicas.
Más allá de las implicancias globales que tiene un hecho como el descrito, llaman la atención dos situaciones relacionadas con un mismo actor: Estados Unidos. La primera se relaciona con las oportunidades de mayor comercio que los empresarios de ese país quieren tener con Rusia, pero que se ven coartadas por la existencia de una ley que limita el comercio con la ex Unión Soviética. Por tanto, los grupos empresariales de EEUU presionan para que sus legisladores aprueben prontamente la normalización de las relaciones comerciales para así no quedarse fuera de ese mercado.
El segundo hecho tiene que ver con las relaciones políticas al interior de la OMC y el papel que jugará Rusia como un eventual aliada de China ante las disputas comerciales que mantienen la nación asiática y Estados Unidos.