Muy por encima de lo presupuestado se comportó la economía de Estados Unidos durante el tercer trimestre de este año, al registrar una expansión de 5%. El avance, que se incribe como el mayor en once años, viene a confirmar no sólo el buen estado de salud de la economía norteamericana, sino que también a relevar su impresionante capacidad reacción, en especial luego de haber vivido una de las crisis financieras más profundas de que haya registro en la historia.
Una mención especial en este ámbito merece el que fue el gasto de los consumidores, el que alentó en gran medida la revisión al alza de la cifra trimestral de crecimiento. El consumo de las personas, que representa cerca del 70% de la actividad de la mayor economía del mundo, añadió por sí solo alrededor de 2,2 puntos porcentuales al PIB, todo en un contexto en que las medidas excepcionales de estímulo para enfrentar la crisis han estado de retirada. Ya se puso fin al proceso de compra de bonos y las tasas de interés, en mínimos, estarían a unos cuantos meses de comenzar a subir, más aún tras este robusto dato de actividad.
El cuadro que se configura a nivel mundial es uno que ubica a Estados Unidos virtualmente como el único motor de actividad y ad portas de seguir profundizando su normalización monetaria. Lo anterior no hace sino confirmar que en lo que viene se consolidará una tendencia divergente en materia de políticas, en especial frente a Europa y Japón, lo cual redundará en que la volatilidad será la tónica para algunos segmentos de mercados financieros y cambiarios, cuestión que, por supuesto, no será indiferente para nuestro país.