La creación de empresas en Chile sigue exhibiendo robustas cifras. Al nivel récord observado en 2012, con cerca de 67.000 sociedades constituidas, en los primeros tres meses de este año se sumaron otras 17.000 empresas, número que permite proyectar un nuevo registro histórico.
Se trata de un fenómeno que, más allá de las cifras, es digno de ser destacado por lo que supone en materia de dinámicas sociales en el país. En efecto, que decenas de miles de chilenos estén atreviéndose a emprender en un entorno económico de crecimiento y pleno empleo habla de un positivo cambio cultural, con personas dispuestas a construir proyectos personales que crean riqueza. Se trata de personas dispuestas a tomar riesgos y ofrecer productos y servicios que al ser valorados por el mercado les permiten vivir probablemente en mejores condiciones que como empleados dependientes.
Esta dinámica social no debe ser subestimada, ya que dota al tejido económico de una más densa trama productiva, compuesta por agentes económicos que día a día ejercitan la innovación para mantenerse vigentes en el mercado.
Una sociedad en donde gana espacios las personas que no temen a ser autovalentes y que se atreven a ir más allá del asistencialismo estatal es una sociedad más sana y capaz de mantener en el tiempo un círculo virtuoso en materia económica. Por eso, es de esperar que las políticas desplegadas en los últimos años de promoción del emprendimiento y la innovación perduren en el tiempo, consolidando esta tendencia que al madurar permitirá hacer del país uno con bases más robustas para alcanzar el desarrollo.