Preparación para la pospandemia
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a pandemia del Covid-19 ha impulsado una intensa reflexión sobre el (bajo) grado de preparación de los países para amenazas de este tipo contra la salud global, de las que con seguridad habrá otras en el futuro. Se trata de un esfuerzo que recién comienza, y que será inevitablemente arduo, porque toda la experiencia reciente demuestre que requiere una sofisticada red de interacciones entre actores muy diversos: Estados, empresas, científicos y sociedad civil.
Dado el innegable éxito del sector privado para desarrollar y distribuir a escala global en tiempo récord una vacuna contra el Covid-19, se tiende a olvidar el rol clave de los Estados en la respuesta a la pandemia, no sólo a través de las medidas sanitarias y económicas, sino también en el complejo esfuerzo de coordinar e implementar estrategias nacionales efectivas, con su infraestructura y capacidad logística.
El caso de Estados Unidos parece, en este sentido, emblemático: sin una gestión centralizada gubernamental de la reacción a la pandemia, y con medio centenar de sistemas de salud estatales nula o escasamente coordinados, la primera potencia mundial suma casi la quinta parte de las muertes globales por coronavirus, con sólo el 4% de la población total.
“Dejar capacidades instaladas para la pospandemia”, como dijo en entrevista con este diario el ministro de Ciencia, parece un enfoque acertado, en especial dado el énfasis del secretario de Estado en la colaboración entre entidades públicas y privadas, y en la importancia de comprender sus respectivas lógicas de funcionamiento y objetivos. Esto, para iniciativas como crear una red universitaria de centros de secuenciación genómica o una planta de producción de vacunas junto a la empresa Sinovac, entre otras ideas.
Se trata de un esfuerzo en sus etapas iniciales, pero que hoy parece una ineludible responsabilidad de política pública. Y, por cierto, un desafío de primer orden para el todavía novel Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.