Donald Trump asistió al foro de Davos rodeado de gran expectación. La ansiedad estaba justificada, ya que se trataba del primer presidente de EEUU en concurrir al evento en 18 años. Y más importante aún, su ausencia el año anterior contrastó marcadamente con la participación estelar del mandatario chino, Xi Jinping, que en medio del giro proteccionista de la potencia norteamericana se erigió como el principal promotor del libre comercio.
Pero esta vez Trump no escatimó en gestos y llegó al evento rodeado de una de las mayores delegaciones, conformada por funcionarios de alto nivel. La visita, además, marcó un cambio de matiz en su discurso. “América primero, sí, pero eso no significa América sola”. Su renovado mensaje apunta a que un mayor dinamismo de Estados Unidos beneficia, en última instancia, a toda la economía mundial. Las últimas cifras parecen darle la razón. El gasto de los consumidores en EEUU se disparó 3,8% en el cuarto trimestre, su mayor avance en más de un año, mientras que las inversiones de las empresa en equipamiento crecieron a su ritmo más acelerado en tres años. Eso, a su vez, se tradujo en un fuerte crecimiento de las importaciones.
Sin embargo, la dinámica no funcionó del mismo modo en el otro sentido, porque las cifras de exportaciones decepcionaron las expectativas, a pesar de las señales de una mayor fortaleza de la economía global.
El crecimiento de 2,6% del PIB de EEUU en el cuarto trimestre también estuvo por debajo de lo que proyectaban los analistas. Los nuevos datos sugieren que el presidente Trump tendrá una difícil tarea para cumplir su promesa de lograr un crecimiento sostenido de 3% durante todo su mandato.