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Alto contrasteMarina Silva, la candidata presidencial del Partido Socialista (PS) de Brasil, irrumpió en las elecciones del 5 de octubre como un huracán.
Su designación se oficializó el 16 de agosto, apenas tres días después de que el candidato original del PS, Eduardo Campos, falleciera en un accidente aéreo.
Las mismas circunstancias extraordinarias en las que fue designada pueden haber influido en su rápido ascenso en las encuestas. Desde un comienzo, los sondeos la ubicaron como la principal contendora de la actual presidenta, Dilma Rousseff.
Por eso, es natural que su reciente caída en las preferencias haya despertado dudas. Pero esta estabilización era previsible, a medida que el gobernante Partido de los Trabajadores de Rousseff concentraba todos sus dardos sobre ella.
Silva también ha tenido que pasar de las buenas intenciones iniciales a plantear un programa concreto, lo que la ha obligado a hacer definiciones que no han dejado contentos a todos. Aunque tiene un costo, la candidata socialista no ha dudado en asumir posiciones claras, con propuestas concretas en materias económicas y sociales, lo que a la larga -dicen observadores- podría dar una mayor solidez a las cifras que ahora la respaldan.
