Editorial

Emergencia laboral: ¿solo un eslogan?

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El director del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica, David Bravo, ha insistido en que los indicadores del mercado laboral chileno son alarmantes y que ni siquiera hemos recuperado el nivel de empleo post pandemia, recalcando la pobre evolución de la tasa de ocupación y de participación, entre otros.

Ante este planteamiento, la respuesta de la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, fue que “a algunas personas le gustan harto los eslogan. La verdad es que lo que han demostrado los datos es que hemos recuperado 550 mil puestos de trabajo”.

La evidencia refleja que las tasas de ocupación y participación laboral aún no logran retornar a los niveles de hace cinco años.

Durante el segundo trimestre de 2019, previo a la violencia y la pandemia, el total de ocupados era de 8,9 millones de personas, con una tasa de ocupación y participación de 58,1% y 62,7% respectivamente. Cinco años después, en idéntico trimestre de 2024, los ocupados son 9,3 millones y las tasas respectivas llegan a 56,9% y 62,1%. Junto a estas cifras, generadas por el INE, debemos considerar que, de no haber existido la violencia octubrista y la pandemia, en la actualidad deberíamos tener un total de ocupados que bordearía los 9,5 millones de trabajadores, por lo cual la brecha aun no se ha cerrado. De allí que las tasas de ocupación y participación no han logrado exhibir los niveles de hace cinco años.

Adicionalmente, en los últimos datos se observa una cierta desaceleración en el ritmo de creación de empleos, consistente con una actividad económica que se modera, con proyecciones de crecimiento anual que se están corrigiendo a la baja. En esta creación menguada de empleos, la informalidad sigue liderando y ya alcanza a un 28,2% de los ocupados, equivalentes a 2,6 millones de personas y, si bien el porcentaje es similar al observado hace cinco años, la dimensión absoluta es sustancial, ya que 2,6 millones de trabajadores sin seguridad social anticipa una carga incremental de solicitud de pensiones financiadas por el Estado. A ello se suma que al transitar a la informalidad baja sustancialmente la posibilidad de recorrer el camino en reversa, sin que exista actualmente una política pública cuyo objetivo sea reducir estas cifras.

Al complejo escenario descrito, se agrega un cambio estructural que se había iniciado antes de la pandemia, relacionado con la sustitución de trabajadores por máquinas dotadas de inteligencia artificial. Este proceso de sustitución no es nuevo y a lo largo de la historia se ha atravesado varias veces; sin embargo, en este momento es posible moderar el impacto de los oficios que están desapareciendo. Esto implica una política pública de capacitación para desempeñarse en nuevas tareas y en otras empresas, lo que debe ser abordado por los sindicatos, los administradores de las compañías y el Sence, tal como planteó en su momento el expresidente de la CNC, Manuel Melero.

Es evidente que son variados y complejos los desafíos que debe enfrentar el Ministerio del Trabajo, pues los desequilibrios en la situación laboral son importantes y requieren ser abordados de manera urgente.

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