El desafío de la productividad
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La elección del expresidente Sebastián Piñera para un nuevo período en La Moneda entre 2018 y 2022 trae aparejada la promesa de un fuerte y rápido impulso a la inversión, sobre todo privada, y la expectativa de un renovado ciclo de crecimiento vigoroso de la economía.
Mayor actividad permite generar más y mejores empleos, ha dicho el electo mandatario, sin olvidar que para ello son claves la recuperación de las confianzas y también la mejora sustancial de nuestra productividad, o, de otra forma, hacer mejor las cosas, hacer más con los mismos recursos o combinarlos mejor para lograr más.
Chile ha enfrentado varios años de caída en sus niveles de productividad y aunque el asunto ha estado siempre presente en los discursos y listado de buenas intenciones, la práctica indica que avanzar en esta materia requiere más: urgen medidas concretas en muy diversos ámbitos.
Algunos de los más cruciales son ampliar los espacios para la flexibilidad laboral, mejorar los vínculos entre las empresas y la educación superior (técnica y universitaria), acometer la inclusión de mujeres y adultos mayores en el trabajo, adoptar la transformación digital y la denominada cuarta revolución industrial como un desafío país, y dar un salto sustancial en infraestructura y modernización del Estado.
No son cambios fáciles ni rápidos, pero la experiencia indica que la tardanza en esto sí importa y que retrocesos en productividad se pagan caros en crecimiento y bienestar de la población.
Es un desafío que encara a todos los sectores, sobre todo empresas y academia, pero que desde las políticas públicas puede ser empujado con más convicción de la que ha habido hasta ahora.