Esta semana Lima congregó a importantes autoridades de la región, entre ellos los presidentes de México, Panamá y obviamente Perú, así como a representantes del sector empresarial de la región en el marco del Foro Económico Mundial sobre Latinoamérica.
La agenda, por supuesto, incluyó una mirada sobre la situación económica del continente y sus perspectivas, que fue especialmente relevada por el mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto. Quizás propio de un jefe de Estado que hace pocos meses inició su administración, su planteamiento -en ningún caso autocomplaciente- resultó del todo refrescante y oportuno. Su punto, que parece relevante para los distintos países, es que el positivo desempeño económico de la región no es para deslumbrarse sino que para perseverar en acciones que contribuyan a potenciar a América Latina.
Cuando el contexto internacional no juega a favor, lo que en los últimos días se ha traducido en un debilitamiento en el precio de las materias primas, una disposición para apuntalar el ritmo de expansión de la actividad interna es necesario y bienvenido. Y, también bien clave, le pone una exigencia mayor a realizar un trabajo mancomunado de los distintos actores de la sociedad.