Crecimiento y compás de espera
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Si bien los datos sectoriales difundidos ayer por el Instituto Nacional de Estadísticas no permiten hacer conjeturas definitivas, las primeras lecturas indican que el ritmo de actividad se volvería a situar en el curso previsto hace meses y que tendría como corolario un balance anual para el PIB en torno a 1,5% o 1,6% de expansión.
Sin entrar en lecturas estadísticas sobre días hábiles más o menos, lo cierto es que una expansión como la prevista para el noveno mes del año (en torno a 2% en la mayoría de las encuestas) no permite afirmar, como se ha hecho en varios foros, que el país ya avanza en una senda de franca recuperación. Es más, y siendo rigurosos, lo que comienza a verse y que podría seguir manifestándose, son guarismos que hablan de una situación estadísticamente mejor, apuntalada por bases de comparación y un efecto circunstancial derivado del precio del cobre.
La pregunta que surge, en consecuencia, es si ambas situaciones permiten hablar de un real y consistente cambio de paradigma o si, por el contrario, sólo se trata de leves mejorías estadísticas en un paciente que aún sigue convaleciente y sometido a riesgos. No son pocos los expertos que sostienen lo segundo, incorporando al análisis el hecho de que el vector “expectativas”, más allá de estar algo mejor, aún no se adentra en terreno firme.
Los agentes económicos, salta a la vista, están expectantes al desarrollo de los acontecimientos, sobre todo los políticos, y muy probablemente esperarán a desplegar con vehemencia sus energías una vez que se asiente un ambiente proclive, un compás de espera entendible por la obligación que les cabe a los gestores hacia los dueños del capital, muchos de ellos aportantes personas a través de fondos institucionales.